MIS VISITAS A LA OFICINA DEL DOCTOR OTTO MORALES BENÍTEZ
Por: Eduardo Rosero Pantoja
Antes de hablar de esas visitas, a su oficina del edificio de Colpatria, tengo que decir que conocí personalmente al doctor Otto Morales Benítez, eminente colombiano, por deferencia de mi colega Carlos Bastidas Padilla, quien me lo presentó en Popayán en una ocasión en que departimos los tres en el aposento y luego en el vestíbulo del hotel Monasterio, donde estaba alojado el primero. Luego contacté con el doctor Morales Benítez en Pasto, en el auditorio de la Extensión Cultural del Banco de la República, después de que oí -desde la calle- las conocidas risotadas de este distinguido hombre de letras, quien se considera nuestro amigo “desde siempre” y nos atiende con todo el cariño propio de almas generosas que saben que en cada ser humano hay una energía vital y un conocimiento nada despreciable, que si sabe interpretar puede resultar valioso para la experiencia escritural.
Para aquellos que no conocen quien es Otto Moralez Benítez, debo contarles, someramente, que es uno de los personajes más importantes que ha dado la historia de Colombia, abogado, catedrático y escritor prolífico. Participó en la política, fue senador, representante, diputado y fue ministro de trabajo y de agricultura en el gobierno de Alberto Lleras Camargo y candidato a la presidencia de la república. Presentó varias leyes laborales al Congreso y fue el defensor ante esta misma entidad de la ley de la reforma agraria, una de las necesidades más sentidas en la vida de este país y que hasta la fecha no se ha realizado, debido a los intereses mezquinos de los grandes propietarios de la tierra. Igualmente, él ha participado en procesos de paz tendientes a llegar a acuerdos definitivos entre el Estado y la insurgencia, en un conflicto social y armado que lleva más de 60 años.
Para muchas personas que conocen al doctor Otto Morales, como digno hombre público -de intachable conducta-, como crítico implacable de las malas costumbres políticas y -no menos importante- por la profundidad de su pensamiento científico, de cara a la investigación de nuestras raíces y al estudio de nuestras perspectivas de desarrollo, no dudan en catalogarlo como la reserva moral de Colombia, en su más alta manifestación. No en vano la sociedad colombiana lo ha postulado al Premio Príncipe de Asturias en 2011, por todos los merecimientos que él tiene, además como escritor de libros que muestran lo que debería ser el rumbo correcto de los ciudadanos de esta nación en los tiempos presentes y por venir. Muchas son las distinciones que el doctor Otto Morales Benítez ha recibido, como reconocimiento a su aporte investigativo, como es haber sido nombrado miembro de diversas academias nacionales y extranjeras o por habérsele otorgado varios títulos como el de Doctor Honoris Causae, por la Universidad de San Marcos de Lima o por la Universidad Autónoma de México, entre otras.
De las 133 obras que el doctor Morales Benítez ha publicado hasta el presente -la mayor parte, en solitario- vale destacar: “Estudios críticos” (1948), “La aguja de marear” (1979), “Derecho agrario y otros temas de la tierra”(1981), “Cátedra caldense” (1984), “Popayán, la culta” y “Carta a mis nietos”, esta última, un verdadero manual para entender los estragos que desde los años ochenta se nos avecinaban a raíz de la implantación del neoliberalismo en el mundo y de las consecuencias desastrosas que éste acarrearía para nuestra economía, el desarrollo político y la misma soberanía. Estudio premonitorio que nos abrió los ojos a todos los que por esos tiempos intentábamos asomarnos al conocimiento de la política y economía internacionales. En dicha obra el autor se presenta como un verdadero profeta que nos anuncia una catástrofe inminente y de la cual, desafortunadamente -por culpa de nuestros gobernantes irresponsables- no pudimos escapar. Como víctimas del neoliberalismo ya estamos inmersos en sus designios y lo más probable es que no podamos salir, si como pueblos no asumimos con decisión y valor nuestro propio destino.
Hablando en concreto de mis visitas a su oficina del citado edificio, no puedo dejar de decir, que casi siempre lo he hecho con mis hijos, quienes mucho lo admiran y lo nombran -al igual que yo- como su principal amistad. Le oyen con suprema atención desde que fueron niños y siempre quieren que los lleve hasta su despacho. En este sitio el doctor Otto tiene sobre la mesa de su oficina los materiales impresos y los manuscritos de los temas que está trabajando. Hay que ser cumplido con las citas que él concede y una vez en su oficina lo atiende a uno con todo el cariño y entrega. Le ofrece té, que con toda la oportunidad y solicitud trae su eficiente secretaria, Rocío, oriunda de la antigua población de Chaguarbamba (hoy Nariño), en el Departamento de Nariño. El mismo doctor nos cuenta que trabaja simultáneamente varios temas, pero en razón de nuestra cercanía espiritual con Popayán, siempre volvemos reiteradamente a hablar de esa ciudad y de su actividad cultural en el presente, mezclando esto con profundos recuerdos, tan anclados en la mente de nuestro personaje, debido a que él hizo parte de sus estudios de bachillerato y universidad en Popayán.
No puede faltar la risa característica del doctor Otto Morales Benítez la cual, varias veces, se convierte en risotada, la misma que contagia la alegría a todos los presentes y queda profundamente grabada en nuestra conciencia como muestra de la dinámica de su pensamiento y como símbolo inequívoco de su de inteligencia. En mi reciente visita del viernes 18 de septiembre de 2011, ante el anuncio -por los altavoces- de evacuación, en la torre del edificio antes mencionado, ante mi desconcierto y angustia por no saber yo que se trataba de un simulacro, al verme así, el doctor Otto Morales Benítez, atinó a decirme para que me tranquilizara: “Si es de verdad un incendio, qué mejor honor que morir los dos quemados”. Después de tamaña afirmación no pude menos que tranquilizarme porque estaba frente a la expresión del más puro optimismo y la seguridad de que siempre hay que estar listo para morir, sin que eso nos preocupe ni menos nos arredre. Puedo decir que, en ese momento, del horror de la sensación de muerte, pasé a la felicidad de la vida, por obra de la presencia de ánimo que caracteriza a este ilustre señor, quien no deja de poner su pizca de humor en todas las circunstancias que lo ameriten.
Debo contar que el motivo concreto de esta visita a su despacho era participarle al doctor Otto Morales Benítez de la decisión del Instituto Cultural León Tolstoi (Antiguo Instituto Colombo Soviético), de hacerle un homenaje institucional, en concordancia con otros reconocimientos que se les vienen haciendo a destacadísimos personajes de la vida nacional, especialmente a los escritores y letrados. Hace poco fue el acto cultural solemne en honor a la también prolífica escritora y ex-diplomática Flor Romero y muy pronto será el homenaje al consagrado escritor, Fernando Soto Aparicio. Con agrado el doctor Otto Morales Benítez recibió esa noticia y el futuro homenaje tendrá lugar el jueves 10 de noviembre de 2011, según acuerdo que hemos logrado con su hijo, el doctor Olympo Morales Benítez, Director de Centotto, entidad encargada de divulgar la obra del doctor Otto Morales Benítez y de coordinar todas las actividades culturales que despliega nuestro querido autor y amigo.
El acto solemne irá acompañado de un discurso alusivo a la vida y obra del doctor Morales Benítez, lo mismo que de un concierto en su honor, en el cual se interpretarán obras de Eduardo Rosero Pantoja como el bambuco “Don Otto” y el pasillo “Otto Morales Benítez, estrenado -en años pasados- por la Filarmónica de Manizales. Seguidamente el pianista Alfedo Gil ofrecerá, al homenajeado y al público, piezas de Rachmáninov. Tenemos la certeza de que el acto solemne en honor al doctor Otto Morales Benítez dejará huella imborrable en los anales del Instituto Cultural León Tolstoi -que lo propicia- y será como un pequeño, pero sentido ofrecimiento, a una de las personas que más han contribuido al conocimiento sociológico y político de nuestra compleja nacionalidad. En las instalaciones del Instituto el público podrá admirar, por varios días, una exposición con fotografías y ejemplares de la copiosa producción bilbiográfica del homenajeado doctor Otto Morales Benítez.
Antes de hablar de esas visitas, a su oficina del edificio de Colpatria, tengo que decir que conocí personalmente al doctor Otto Morales Benítez, eminente colombiano, por deferencia de mi colega Carlos Bastidas Padilla, quien me lo presentó en Popayán en una ocasión en que departimos los tres en el aposento y luego en el vestíbulo del hotel Monasterio, donde estaba alojado el primero. Luego contacté con el doctor Morales Benítez en Pasto, en el auditorio de la Extensión Cultural del Banco de la República, después de que oí -desde la calle- las conocidas risotadas de este distinguido hombre de letras, quien se considera nuestro amigo “desde siempre” y nos atiende con todo el cariño propio de almas generosas que saben que en cada ser humano hay una energía vital y un conocimiento nada despreciable, que si sabe interpretar puede resultar valioso para la experiencia escritural.
Para aquellos que no conocen quien es Otto Moralez Benítez, debo contarles, someramente, que es uno de los personajes más importantes que ha dado la historia de Colombia, abogado, catedrático y escritor prolífico. Participó en la política, fue senador, representante, diputado y fue ministro de trabajo y de agricultura en el gobierno de Alberto Lleras Camargo y candidato a la presidencia de la república. Presentó varias leyes laborales al Congreso y fue el defensor ante esta misma entidad de la ley de la reforma agraria, una de las necesidades más sentidas en la vida de este país y que hasta la fecha no se ha realizado, debido a los intereses mezquinos de los grandes propietarios de la tierra. Igualmente, él ha participado en procesos de paz tendientes a llegar a acuerdos definitivos entre el Estado y la insurgencia, en un conflicto social y armado que lleva más de 60 años.
Para muchas personas que conocen al doctor Otto Morales, como digno hombre público -de intachable conducta-, como crítico implacable de las malas costumbres políticas y -no menos importante- por la profundidad de su pensamiento científico, de cara a la investigación de nuestras raíces y al estudio de nuestras perspectivas de desarrollo, no dudan en catalogarlo como la reserva moral de Colombia, en su más alta manifestación. No en vano la sociedad colombiana lo ha postulado al Premio Príncipe de Asturias en 2011, por todos los merecimientos que él tiene, además como escritor de libros que muestran lo que debería ser el rumbo correcto de los ciudadanos de esta nación en los tiempos presentes y por venir. Muchas son las distinciones que el doctor Otto Morales Benítez ha recibido, como reconocimiento a su aporte investigativo, como es haber sido nombrado miembro de diversas academias nacionales y extranjeras o por habérsele otorgado varios títulos como el de Doctor Honoris Causae, por la Universidad de San Marcos de Lima o por la Universidad Autónoma de México, entre otras.
De las 133 obras que el doctor Morales Benítez ha publicado hasta el presente -la mayor parte, en solitario- vale destacar: “Estudios críticos” (1948), “La aguja de marear” (1979), “Derecho agrario y otros temas de la tierra”(1981), “Cátedra caldense” (1984), “Popayán, la culta” y “Carta a mis nietos”, esta última, un verdadero manual para entender los estragos que desde los años ochenta se nos avecinaban a raíz de la implantación del neoliberalismo en el mundo y de las consecuencias desastrosas que éste acarrearía para nuestra economía, el desarrollo político y la misma soberanía. Estudio premonitorio que nos abrió los ojos a todos los que por esos tiempos intentábamos asomarnos al conocimiento de la política y economía internacionales. En dicha obra el autor se presenta como un verdadero profeta que nos anuncia una catástrofe inminente y de la cual, desafortunadamente -por culpa de nuestros gobernantes irresponsables- no pudimos escapar. Como víctimas del neoliberalismo ya estamos inmersos en sus designios y lo más probable es que no podamos salir, si como pueblos no asumimos con decisión y valor nuestro propio destino.
Hablando en concreto de mis visitas a su oficina del citado edificio, no puedo dejar de decir, que casi siempre lo he hecho con mis hijos, quienes mucho lo admiran y lo nombran -al igual que yo- como su principal amistad. Le oyen con suprema atención desde que fueron niños y siempre quieren que los lleve hasta su despacho. En este sitio el doctor Otto tiene sobre la mesa de su oficina los materiales impresos y los manuscritos de los temas que está trabajando. Hay que ser cumplido con las citas que él concede y una vez en su oficina lo atiende a uno con todo el cariño y entrega. Le ofrece té, que con toda la oportunidad y solicitud trae su eficiente secretaria, Rocío, oriunda de la antigua población de Chaguarbamba (hoy Nariño), en el Departamento de Nariño. El mismo doctor nos cuenta que trabaja simultáneamente varios temas, pero en razón de nuestra cercanía espiritual con Popayán, siempre volvemos reiteradamente a hablar de esa ciudad y de su actividad cultural en el presente, mezclando esto con profundos recuerdos, tan anclados en la mente de nuestro personaje, debido a que él hizo parte de sus estudios de bachillerato y universidad en Popayán.
No puede faltar la risa característica del doctor Otto Morales Benítez la cual, varias veces, se convierte en risotada, la misma que contagia la alegría a todos los presentes y queda profundamente grabada en nuestra conciencia como muestra de la dinámica de su pensamiento y como símbolo inequívoco de su de inteligencia. En mi reciente visita del viernes 18 de septiembre de 2011, ante el anuncio -por los altavoces- de evacuación, en la torre del edificio antes mencionado, ante mi desconcierto y angustia por no saber yo que se trataba de un simulacro, al verme así, el doctor Otto Morales Benítez, atinó a decirme para que me tranquilizara: “Si es de verdad un incendio, qué mejor honor que morir los dos quemados”. Después de tamaña afirmación no pude menos que tranquilizarme porque estaba frente a la expresión del más puro optimismo y la seguridad de que siempre hay que estar listo para morir, sin que eso nos preocupe ni menos nos arredre. Puedo decir que, en ese momento, del horror de la sensación de muerte, pasé a la felicidad de la vida, por obra de la presencia de ánimo que caracteriza a este ilustre señor, quien no deja de poner su pizca de humor en todas las circunstancias que lo ameriten.
Debo contar que el motivo concreto de esta visita a su despacho era participarle al doctor Otto Morales Benítez de la decisión del Instituto Cultural León Tolstoi (Antiguo Instituto Colombo Soviético), de hacerle un homenaje institucional, en concordancia con otros reconocimientos que se les vienen haciendo a destacadísimos personajes de la vida nacional, especialmente a los escritores y letrados. Hace poco fue el acto cultural solemne en honor a la también prolífica escritora y ex-diplomática Flor Romero y muy pronto será el homenaje al consagrado escritor, Fernando Soto Aparicio. Con agrado el doctor Otto Morales Benítez recibió esa noticia y el futuro homenaje tendrá lugar el jueves 10 de noviembre de 2011, según acuerdo que hemos logrado con su hijo, el doctor Olympo Morales Benítez, Director de Centotto, entidad encargada de divulgar la obra del doctor Otto Morales Benítez y de coordinar todas las actividades culturales que despliega nuestro querido autor y amigo.
El acto solemne irá acompañado de un discurso alusivo a la vida y obra del doctor Morales Benítez, lo mismo que de un concierto en su honor, en el cual se interpretarán obras de Eduardo Rosero Pantoja como el bambuco “Don Otto” y el pasillo “Otto Morales Benítez, estrenado -en años pasados- por la Filarmónica de Manizales. Seguidamente el pianista Alfedo Gil ofrecerá, al homenajeado y al público, piezas de Rachmáninov. Tenemos la certeza de que el acto solemne en honor al doctor Otto Morales Benítez dejará huella imborrable en los anales del Instituto Cultural León Tolstoi -que lo propicia- y será como un pequeño, pero sentido ofrecimiento, a una de las personas que más han contribuido al conocimiento sociológico y político de nuestra compleja nacionalidad. En las instalaciones del Instituto el público podrá admirar, por varios días, una exposición con fotografías y ejemplares de la copiosa producción bilbiográfica del homenajeado doctor Otto Morales Benítez.
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