GENTIL MONTAÑA
(Purificación, 1942-Bogotá 2011)
Por Eduardo Rosero Pantoja
Al precelente guitarrista colombiano, in memoriam
Conocí al Gentil Montaña, el guitarrista genial que acaba de fallecer, hacia 1964, cuando se presentaba en el Radioteatro de RCN de Bogotá. Primero lo aprecié como solista de virtuosa interpretación, a pesar de su juventud. Luego lo vi formando parte del trío “Los Hermanos Montaña”, cantando canciones colombianas, algunas de su propia inspiración. Ya desde entonces se podía perfilar el enorme potencial artístico y creador de este guitarrista cuyos acentuados rasgos indígenas mostraban la resolución y fuerza de la raza pijao, la que otrora habitó el sur del Tolima y está en el sustrato lingüístico y cultural de todos los hijos de esa región. No hace falta ser especialista en música para decir que se ha perdido el principal intérprete de la guitarra y uno de los músicos más prestigiosos de Colombia de todos los tiempos. Con una adición: fue vocación del maestro Montaña el enseñar su saber a sus contemporáneos para que la traspasen a otras generaciones. En eso radica el desprendimiento de los que tienen algún dominio por los campos del arte o la ciencia.
La interpretación virtuosa de la guitarra fue una meta que el maestro Gentil cumplió a cabalidad, como el más destacado de sus coetáneos, además de que fue pionero en Colombia. Autodidacta como Andrés Segovia, pero con mejores oportunidades que éste para formarse en prestigiosas escuelas y poder recorrer el mundo con facilidad. Por eso el maestro tolimense fue conocido por su arte excelso desde su temprana juventud y tuvo la oportunidad de estar en los más distinguidos escenarios de Colombia, América, Europa y Australia, lo mismo que haber sido profesor de las mejores centros de formación musical como la Academia Musical Luis A. Calvo de Bogotá, la Universidad Pedagógica, la Universidad Nacional de Colombia y profesor visitante de instituciones europeas. El secreto: dominar el instrumento con tal perfección, que lejos de ser una vergüenza, se sienta el orgullo de poderlo tocar en cualquier confín del mundo, produciendo tal impacto en los oyentes, que los deje estupefactos. Tal ocurrió, por ejemplo, en París, donde la gente se detenía a oírlo, sin parpadear. Así se lo ve en el video que registra una exposición de pintura donde toca el artista.
Las creaciones instrumentales de Gentil Montaña son una verdadera galería de música que debe conservarse para siempre: tres suites colombianas, doce estudios de pasillos, tres fantasías, una sonata y varias piezas como “El tolimense” que lo consagraron como un gran creador de música fresca. Interpretó melodías de diferentes compositores colombianos, latinoamericanos entre ellos venezolanos, argentinos y brasileños, lo mismo que europeos como son las obras de españoles, franceses, griegos y otros. En su academia “La Fundación Gentil Montaña”, preparó centenares de guitarristas y otros instrumentistas que han tenido predilección por la música colombiana a partir de la orientación personal del maestro Montaña y de colaboradores de gran altura. Toda esta actividad llevada con pasión permanente en aras de que la música colombiana lograra las cotas más altas, con el objeto de que fuera conocida ampliamente en Colombia y más allá de sus fronteras.
En su última misiva al país en el homenaje que le brindó en Bogotá la Secretaría de Cultura fueron las palabras del maestro de Purificación: “Veo el fruto de mi cosecha, de esta ardua labor, en excelentes guitarristas que hoy llevan nuestra música colombiana a todas las naciones del planeta”. Y también son memorables sus últimas frases: “la vida les debo y mi vida les doy”, dedicadas al público colombiano que lo admirará por siempre. Se nos ocurre que en honor a este gran artista, sin pérdida de tiempo, el gobierno colombiano debería de concederle la Cruz de Boyacá, así sea post mortem por el inmenso aporte que Gentil Montaña le hizo a la música colombiana y a su perpetuación a través de sus creaciones de su cátedra musical, ejercida, prácticamente, durante 60 años de vida artística y pedagógica.
Por Eduardo Rosero Pantoja
Al precelente guitarrista colombiano, in memoriam
Conocí al Gentil Montaña, el guitarrista genial que acaba de fallecer, hacia 1964, cuando se presentaba en el Radioteatro de RCN de Bogotá. Primero lo aprecié como solista de virtuosa interpretación, a pesar de su juventud. Luego lo vi formando parte del trío “Los Hermanos Montaña”, cantando canciones colombianas, algunas de su propia inspiración. Ya desde entonces se podía perfilar el enorme potencial artístico y creador de este guitarrista cuyos acentuados rasgos indígenas mostraban la resolución y fuerza de la raza pijao, la que otrora habitó el sur del Tolima y está en el sustrato lingüístico y cultural de todos los hijos de esa región. No hace falta ser especialista en música para decir que se ha perdido el principal intérprete de la guitarra y uno de los músicos más prestigiosos de Colombia de todos los tiempos. Con una adición: fue vocación del maestro Montaña el enseñar su saber a sus contemporáneos para que la traspasen a otras generaciones. En eso radica el desprendimiento de los que tienen algún dominio por los campos del arte o la ciencia.
La interpretación virtuosa de la guitarra fue una meta que el maestro Gentil cumplió a cabalidad, como el más destacado de sus coetáneos, además de que fue pionero en Colombia. Autodidacta como Andrés Segovia, pero con mejores oportunidades que éste para formarse en prestigiosas escuelas y poder recorrer el mundo con facilidad. Por eso el maestro tolimense fue conocido por su arte excelso desde su temprana juventud y tuvo la oportunidad de estar en los más distinguidos escenarios de Colombia, América, Europa y Australia, lo mismo que haber sido profesor de las mejores centros de formación musical como la Academia Musical Luis A. Calvo de Bogotá, la Universidad Pedagógica, la Universidad Nacional de Colombia y profesor visitante de instituciones europeas. El secreto: dominar el instrumento con tal perfección, que lejos de ser una vergüenza, se sienta el orgullo de poderlo tocar en cualquier confín del mundo, produciendo tal impacto en los oyentes, que los deje estupefactos. Tal ocurrió, por ejemplo, en París, donde la gente se detenía a oírlo, sin parpadear. Así se lo ve en el video que registra una exposición de pintura donde toca el artista.
Las creaciones instrumentales de Gentil Montaña son una verdadera galería de música que debe conservarse para siempre: tres suites colombianas, doce estudios de pasillos, tres fantasías, una sonata y varias piezas como “El tolimense” que lo consagraron como un gran creador de música fresca. Interpretó melodías de diferentes compositores colombianos, latinoamericanos entre ellos venezolanos, argentinos y brasileños, lo mismo que europeos como son las obras de españoles, franceses, griegos y otros. En su academia “La Fundación Gentil Montaña”, preparó centenares de guitarristas y otros instrumentistas que han tenido predilección por la música colombiana a partir de la orientación personal del maestro Montaña y de colaboradores de gran altura. Toda esta actividad llevada con pasión permanente en aras de que la música colombiana lograra las cotas más altas, con el objeto de que fuera conocida ampliamente en Colombia y más allá de sus fronteras.
En su última misiva al país en el homenaje que le brindó en Bogotá la Secretaría de Cultura fueron las palabras del maestro de Purificación: “Veo el fruto de mi cosecha, de esta ardua labor, en excelentes guitarristas que hoy llevan nuestra música colombiana a todas las naciones del planeta”. Y también son memorables sus últimas frases: “la vida les debo y mi vida les doy”, dedicadas al público colombiano que lo admirará por siempre. Se nos ocurre que en honor a este gran artista, sin pérdida de tiempo, el gobierno colombiano debería de concederle la Cruz de Boyacá, así sea post mortem por el inmenso aporte que Gentil Montaña le hizo a la música colombiana y a su perpetuación a través de sus creaciones de su cátedra musical, ejercida, prácticamente, durante 60 años de vida artística y pedagógica.
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