LA ÚLTIMA NOTICIA DE LA PASADA GUERRA
Por: Eduardo Rosero Pantoja
“Nos hemos constituido en nación basándonos en la desaparición del adversario”
(Anónimo)
Bogotá, A.C.P (Agencia Colombiana de Prensa). Las Fueras Armadas Colombianas están de plácemes por haber abatido ayer al último miembro de las Farc, organización subversiva que -a comienzos de 2011- decía contar con 10.000 miembros. El aniquilamiento total de dicha organización no habría sido posible sin la firme decisión del gobierno de realizarlo -de una vez por todas- y sin la cooperación tecnológica de los países amigos. El nombre de ese último guerrillero corresponde al reconocido Dernier Hilalgo (sin ningún alias) quien cayó el Sur de Colombia después de que fuera asediado durante ocho horas por la fuerzas de tarea conjunta, siendo objeto de contundente bombardeo desde 15 aviones y 17 helicópteros que realizaron su persecución dentro de un área de 16 kilómetros cuadrados, en una región habitada por campesinos. Se dice en fuentes castrenses que hubo daños colaterales y víctimas mortales entre estos últimos. No se conoce el número exacto de éstas, pero las mismas fuentes indicaron que no pasan de 20. Agregan que en el operativo, además del guerrillero murió su compañera sentimental cuyo cadáver apareció ametrallado desde el aire.
El cadáver de Dernier Hidalgo tiene tres tiros de gracia en la cabeza, cuello e ingle y en su rústico escondite se encontraron siete computadores, 20 memorias (usb), elementos que quedaron intactos debido al uso de bombas inteligentes suministradas por el ejército de los Estados Unidos y de uso restringido, únicamente posible dentro del convenio bilateral del Plan Colombia, iniciado durante el gobierno del presidente Andrés Pastrana (1998-2002). El alborozo nacional no se ha hecho esperar en los medios de información, lo mismo que entre personas del común -de la ciudad y del campo- entre comerciantes, empleados, estudiantes y hasta intelectuales. Las iglesias están satisfechas y también se conocieron, de inmediato, algunas reacciones positivas de las principales delegaciones diplomáticas acreditadas en nuestro país.
La guerra ha terminado donde los vencedores absolutos son las fuerzas del orden y el pueblo colombiano. Se silencian para siempre los fusiles y las fuerzas armadas ya no operarán jamás por sustracción de materia. En enemigo ha sido aniquilado, porque nunca se quiso rendir, a pesar de la mano tendida que siempre les ofreció el Estado. Tal vez los asustó la cárcel donde tendrían que irremediablemente pagar la condena que les impondría la sociedad por su rebelión y contumacia. Lo que ha causado gran sorpresa y desasociego es la orden impartida por el presidente de dar por disuelto el pie de fuerza colombiano, con la indicación clara a sus efectivos de regresar a sus casas. Igualmente se conoció en fuentes oficiales que ningún alto jerarca militar será ascendido ni menos enviado al exterior como representante diplomático.
Causa inquietud pensar en qué van a hacer 500.000 militares cesantes, diferente a disfrutar de su pensión. No se entiende qué va a pasar con la economía de guerra representada en la compra de armas, bombas, aviones, helicópteros, ropa, material de intendencia, etc. Por esta súbita determinación del primer mandatario, no se han hecho esperar las notas de protesta por parte de los proveedores de armas y tecnología de gobiernos como los de Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Turquía y Brasil. Queda la esperanza de que el presidente reconsidere sus medidas inconsultas o de lo contrario, el pueblo entero -orientado por los medios- dará al traste con un gobierno arbitrario, ajeno a nuestra tradición democrática de dos siglos de vigencia.
Existe la sospecha de que el alto gobierno quiere invertir los recursos -antes destinados a la guerra- en financiar generosamente la educación y la salud pública, asunto que no pasa de ser una conjetura, pero que desde ya genera reacciones adversas entre los dueños y gerentes de estos renglones importantes de la economía privada. Los comentaristas nos preguntamos con inquietud, cuál va a ser el rumbo que va a tomar la política del Estado, ahora que se acabaron definitivamente la guerra y sus efectos. No queda claro ¿cómo y cuándo va afrontar las causas de la misma?, definidas por los científicos sociales, en una pequeña pero exigente lista: la falta de tierra para el que la trabaja, lo cual implica una reforma agraria, falta de vivienda digna, lo cual tiene que ver con reforma urbana y otras falencias como la falta de empleo, de un sistema racional de salud pública, la ausencia de equidad, de un programa para la paz, de verdadera independencia y soberanía.
Como tenemos claro que Colombia es el país de las mayores desigualdades planetarias, con Haití y con Angola, en sana lógica no queda otro camino que un gobierno de unidad reduzca a corto, mediano y largo plazo los privilegios que han detentado militares, religiosos, banqueros, latifundistas, comerciantes mayoristas, congresistas, magistrados, alta burocracia administrativa y otros ciudadanos, que por lo visto, no desean más derramamiento de sangre y quieren vivir sin zozobra y disfrutar en completa tranquilidad de su vida y de sus comodidades.
Colofón: Una especie de bufón shakespeareano comentó en la calle: “Este presidente se enloqueció porque ahora nos va a meter en una guerra civil abierta, tan sólo un día después de haber terminado con el conflicto armado”.
“Nos hemos constituido en nación basándonos en la desaparición del adversario”
(Anónimo)
Bogotá, A.C.P (Agencia Colombiana de Prensa). Las Fueras Armadas Colombianas están de plácemes por haber abatido ayer al último miembro de las Farc, organización subversiva que -a comienzos de 2011- decía contar con 10.000 miembros. El aniquilamiento total de dicha organización no habría sido posible sin la firme decisión del gobierno de realizarlo -de una vez por todas- y sin la cooperación tecnológica de los países amigos. El nombre de ese último guerrillero corresponde al reconocido Dernier Hilalgo (sin ningún alias) quien cayó el Sur de Colombia después de que fuera asediado durante ocho horas por la fuerzas de tarea conjunta, siendo objeto de contundente bombardeo desde 15 aviones y 17 helicópteros que realizaron su persecución dentro de un área de 16 kilómetros cuadrados, en una región habitada por campesinos. Se dice en fuentes castrenses que hubo daños colaterales y víctimas mortales entre estos últimos. No se conoce el número exacto de éstas, pero las mismas fuentes indicaron que no pasan de 20. Agregan que en el operativo, además del guerrillero murió su compañera sentimental cuyo cadáver apareció ametrallado desde el aire.
El cadáver de Dernier Hidalgo tiene tres tiros de gracia en la cabeza, cuello e ingle y en su rústico escondite se encontraron siete computadores, 20 memorias (usb), elementos que quedaron intactos debido al uso de bombas inteligentes suministradas por el ejército de los Estados Unidos y de uso restringido, únicamente posible dentro del convenio bilateral del Plan Colombia, iniciado durante el gobierno del presidente Andrés Pastrana (1998-2002). El alborozo nacional no se ha hecho esperar en los medios de información, lo mismo que entre personas del común -de la ciudad y del campo- entre comerciantes, empleados, estudiantes y hasta intelectuales. Las iglesias están satisfechas y también se conocieron, de inmediato, algunas reacciones positivas de las principales delegaciones diplomáticas acreditadas en nuestro país.
La guerra ha terminado donde los vencedores absolutos son las fuerzas del orden y el pueblo colombiano. Se silencian para siempre los fusiles y las fuerzas armadas ya no operarán jamás por sustracción de materia. En enemigo ha sido aniquilado, porque nunca se quiso rendir, a pesar de la mano tendida que siempre les ofreció el Estado. Tal vez los asustó la cárcel donde tendrían que irremediablemente pagar la condena que les impondría la sociedad por su rebelión y contumacia. Lo que ha causado gran sorpresa y desasociego es la orden impartida por el presidente de dar por disuelto el pie de fuerza colombiano, con la indicación clara a sus efectivos de regresar a sus casas. Igualmente se conoció en fuentes oficiales que ningún alto jerarca militar será ascendido ni menos enviado al exterior como representante diplomático.
Causa inquietud pensar en qué van a hacer 500.000 militares cesantes, diferente a disfrutar de su pensión. No se entiende qué va a pasar con la economía de guerra representada en la compra de armas, bombas, aviones, helicópteros, ropa, material de intendencia, etc. Por esta súbita determinación del primer mandatario, no se han hecho esperar las notas de protesta por parte de los proveedores de armas y tecnología de gobiernos como los de Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña, Francia, Rusia, Turquía y Brasil. Queda la esperanza de que el presidente reconsidere sus medidas inconsultas o de lo contrario, el pueblo entero -orientado por los medios- dará al traste con un gobierno arbitrario, ajeno a nuestra tradición democrática de dos siglos de vigencia.
Existe la sospecha de que el alto gobierno quiere invertir los recursos -antes destinados a la guerra- en financiar generosamente la educación y la salud pública, asunto que no pasa de ser una conjetura, pero que desde ya genera reacciones adversas entre los dueños y gerentes de estos renglones importantes de la economía privada. Los comentaristas nos preguntamos con inquietud, cuál va a ser el rumbo que va a tomar la política del Estado, ahora que se acabaron definitivamente la guerra y sus efectos. No queda claro ¿cómo y cuándo va afrontar las causas de la misma?, definidas por los científicos sociales, en una pequeña pero exigente lista: la falta de tierra para el que la trabaja, lo cual implica una reforma agraria, falta de vivienda digna, lo cual tiene que ver con reforma urbana y otras falencias como la falta de empleo, de un sistema racional de salud pública, la ausencia de equidad, de un programa para la paz, de verdadera independencia y soberanía.
Como tenemos claro que Colombia es el país de las mayores desigualdades planetarias, con Haití y con Angola, en sana lógica no queda otro camino que un gobierno de unidad reduzca a corto, mediano y largo plazo los privilegios que han detentado militares, religiosos, banqueros, latifundistas, comerciantes mayoristas, congresistas, magistrados, alta burocracia administrativa y otros ciudadanos, que por lo visto, no desean más derramamiento de sangre y quieren vivir sin zozobra y disfrutar en completa tranquilidad de su vida y de sus comodidades.
Colofón: Una especie de bufón shakespeareano comentó en la calle: “Este presidente se enloqueció porque ahora nos va a meter en una guerra civil abierta, tan sólo un día después de haber terminado con el conflicto armado”.
Comentarios
Publicar un comentario