TRAVESÍA POÉTICA
Por: Eduardo Rosero Pantoja
Tengo ocho guitarras,
al igual que Atahualpa,
cada una es un camino,
que va de aquí a Matagalpa.
Salta a Solentiname,
donde Ernesto Cardenal,
poeta de la utopía,
de la vida y la igualdad.
Otro camino va a Neiva,
de José Eustasio, el poeta,
el autor de “La Vorágine”,
la selvática novela.
Me marché a Suramérica,
por la senda de Neruda,
de la Mistral y Vallejo,
de la poesía, la espesura.
Otra ruta va hasta Cuba,
por las aguas del Caribe,
la del poeta y el mártir,
cuyo recuerdo pervive.
Por las aguas del Atlántico,
me marché hasta Sevilla,
donde “Antonio hablaba en verso
y escribía sólo en poesía”.
“Anoche cuando dormía,
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía,
dentro de mi corazón”.
Y luego me fui a Granada,
la de Lorca, excelso bardo,
del “Romancero Gitano”,
de la luna y los caballos.
De regreso fui a La Venta,
a La Unión, de Aurelio Arturo,
a encontrarme con el verde,
de su tierra y de su orgullo.
Me largué a San Onofre,
al calor de sus llanuras,
a preguntar por Giovanni,
literato en las alturas.
Su hermana y su sobrino,
me dijeron que el poeta,
se marchó lejos del pueblo,
con dirección de saeta.
Me detuve en Bogotá,
fui a la Casa de Poesía,
a reencontrarme con Silva,
en mi larga travesía.
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