LA LENGUA RUSA, UNA ENTIDAD LINGÜÍSTICA Y GEOPOLÍTICA

Rosero Pantoja, Eduardo (Colombia)

Rusia, nuestra patria sagrada, /Rusia, nuestro amado país, /una poderosa voluntad / una gran gloria, /son tu herencia por toda eternidad/… /Desde los mares del Sur, /hasta las zonas polares, /se extienden nuestros bosques y campos. / Eres única e irrepetible… (Del Himno Nacional de la Federación Rusa).
La lengua rusa es un sistema lingüístico que nace en la consciencia social de una nación que se originó en el Este de Europa, hacia el siglo IX, y que se extendió desde Ucrania, Rusia y Bielorrusia hacia toda Eurasia, en el curso de varios siglos. Con la adopción del cristianismo en 988, se introdujo en la Rus el alfabeto cirílico y los libros del culto fueron traducidos del griego al eslavo eclesiástico antiguo, una lengua pariente que jugó un papel importante en el desarrollo de la cultura oral y en el establecimiento de la lengua literaria.
Con el surgimiento hacia el siglo XII del primer núcleo de Estado ruso y el establecimiento en el siglo XV del Estado nacional, unido y centralizado, la nación y la lengua se fortalecen, tanto en la oralidad como en el logro de grandes monumentos literarios surgidos, especialmente, en el siglo XIX, de la pluma de Púshkin, Gógol, Tolstoi y Dostoievski. Desde entonces, la lengua rusa llega a ser una de las más prestigiosas del mundo y su aprendizaje se vuelve casi que obligatorio para la persona que realmente se quiera considerar culta dentro de la modernidad y contemporaneidad, independientemente, de la relevancia que tiene esta lengua para asuntos de ciencia y tecnología.  
La lengua rusa contemporánea es una entidad lingüística y geopolítica, desde hace un siglo, a partir de la Revolución de Octubre (1917), que introdujo del socialismo, como nuevo régimen político. Contribuyeron a la conformación de esa entidad geopolítica, la Revolución Cultural, la alfabetización de Rusia y demás países de la Unión, la colectivización de la tierra, la industrialización, la victoria de los rusos y soviéticos en la segunda guerra mundial, su lucha política en su confrontación con Occidente, durante la guerra fría, el colapso del Estado, su refundación, y el renacer de la nación rusa en el período que se ha dado en llamar postsocialismo.
Durante el siglo XX, el idioma ruso se popularizó y difundió por todo el mundo y ha tenido que ver con la política, la economía, la divulgación de la cultura, el deporte, el arte, la ciencia y la tecnología. Desde mediados de ese siglo, es una de las seis lenguas de trabajo de las Naciones Unidas y su prestigio ha sido creciente en los últimos años, vinculado al fortalecimiento de Rusia en el campo económico, militar y otros aspectos de la actividad humana.
En la realidad y en el imaginario de rusos y no rusos, Rusia se configura como una entidad enorme, apabullante, con dos océanos, doce mares, millones de ríos y de lagos, inconmensurables bosques, con múltiples y majestuosos palacios, con el cañón de combate más grande del mundo, con rompehielos y submarinos atómicos, con la flota aérea más numerosa del planeta, con las armas de destrucción masiva más potentes y un largo etcétera, de cosas inmensas. Pero también, con gigantes de las letras y las artes, como Tolstoi y Tchaikovski, para nombrar sólo dos representantes. Esa es la razón para que Rusia conserve su carácter de potencia, desarrollando aún más su economía, su ciencia, su tecnología, su arte cultura y deporte.
Ahora que Rusia tiene la sede del Campeonato mundial de fútbol, el idioma de Púshkin adquiere un nuevo impulso en diversos países del orbe. Particularmente en Colombia, el ruso se enseña, en Bogotá, desde 1944 en el Instituto Cultural León Tolstoi; desde 1970 en la Universidad Nacional de Colombia y en los últimos años en la Universidad Santo Tomás de Aquino y la Universidad de los Andes, amén de otras ciudades donde también lo imparten profesores nacionales y rusos.
El repunte del idioma ruso, va de la mano con el fortalecimiento actual de la Federación Rusa, como potencia militar, económica, cultural y deportiva. Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, el idioma ruso, perdió bastante popularidad dentro de los límites de ese país y también fuera de él.  Eso se debió al reordenamiento político y cultural de las 15 repúblicas separadas y al debilitamiento político y económico de Rusia, ocurrido en los años inmediatamente posteriores a esa disolución.
HUELLAS DE LA HISTORIA
El hecho histórico de que los ilustradores bizantinos, Cirilo y Metodio, hubieran llevado su alfabeto a Rusia, y los mismos nacionales lo hubieran adoptado y difundido, se convirtió en clara impronta lingüística y cultural de ese país, la misma que se extiende ya, por más de un milenio. Aparte de que el alfabeto cirílico lo hayan adoptado más de veinte lenguas, de diferente estructura lingüística y procedencia cultural, el idioma ruso, como elemento inherente e irreductible de la nación rusa, se convierte en verdadero e irremplazable símbolo de identidad, junto a su alfabeto.
Los dirigentes de la Revolución Rusa, de 1917, fueron perfectamente conscientes del papel que desempeñaría el idioma ruso, en la difusión ideológica de los principios políticos y económicos del sistema que querían introducir y desarrollar. La Revolución Cultural, que se aprobó e introdujo, casi inmediatamente, puso la enseñanza de la lengua, a la vanguardia del conocimiento, debido al sabio consejo de los académicos de que, ningún avance social es posible, si no se domina, a cabalidad la lengua, instrumento, por excelencia, del pensamiento, la nominación, la expresión y la comunicación.
En 1918, con el objeto de volver la escritura de la lengua rusa, más expedita y eficiente, por orden del gobierno central, distinguidos gramáticos rusos, propusieron y llevaron a cabo una reforma que fue definitiva y cuya contundencia fue aceptada por la inmensa mayoría de los especialistas de Rusia y del exterior. De todas maneras, hubo resistencia de algunos intelectuales a las reformas introducidas, por considerarlas una plebeyización del idioma. Esa reforma consistía, fundamentalmente, en quitar algunas grafías del anterior alfabeto y ciertos rasgos que se consideraban sobrantes.
En dicha reforma, el alfabeto cirílico, prerrevolucionario, fue limpiado de una serie de letras “superfluas”, así, por ejemplo:  la letra ѣ (yat), se sustituyó por la e; la letra i latina, por la и; la letra Ѳ, por la ф. Se redujo el uso de la letra ъ (signo duro), que antes de la Revolución se escribía obligatoriamente en posición final en todas las palabras acabadas en consonante. Hay que señalar que, para su reforma, los bolcheviques utilizaron proyectos ya desarrollados en tiempos de Nicolás II en la Academia Imperial de las Ciencias en 1904, 1912 y 1917. 
La и, con una tilde adicional (й), se empezó a usar para escribir sílabas iotizadas, como en la palabra Йopk. El signo duro ъ de la palabra міръ (/mir/ "mundo"), dejó de escribirse por considerarse un sobrante innecesario.  En la actualidad, no deja de ser curioso, que /mir/ signifique “mundo” y “paz”, hecho lingüístico, sin precedentes, en la historia de las lenguas, como una alusión y referencia a una edad antigua ideal, donde mundo y paz eran sinónimos absolutos.
Al alfabeto cirílico, por ser fonemático, a cada unidad mínima distintiva (fonema), le corresponde una grafía (letra), en forma unívoca. Esta característica lo acerca a los requisitos del alfabeto ideal, donde se logra, en la práctica, la transcripción fonológica de las realidades lingüísticas, tal como ocurría con el idioma griego antiguo. Sin duda, esta circunstancia hizo que la Unesco, hace unas décadas, recomendara el uso del alfabeto cirílico para la escritura de lenguas ágrafas de cualquier parte del mundo. Sobra decir que este alfabeto, con los signos diacríticos apropiados, sirve para escribir cualquier tipo de lenguas, por lo menos como ejercicio académico.
Rusia desde la perspectiva geopolítica
Todos los imperios, desde Roma, pasando por los invasores de América: españoles, portugueses, ingleses, franceses, etc., siempre impusieron su lengua imperial a través de las armas y aplastaron las culturas nativas, en busca del oro y otras riquezas. No fue el caso de Rusia que, paulatinamente, llevó su dominio a enormes territorios del Oriente, donde difundió su lengua y sus costumbres. Hay autores que sostienen que los rusos, tomaron la decisión de conquistar el oriente asiático, a partir de la violenta agresión de parte de los mongoles y el yugo de tres siglos ejercido por ellos.
Rusia empieza su expansión a través de la conquista militar y civil, a partir de 1477. La cronología aproximada, es la siguiente:
En 1478, Iván III, conquista definitivamente Nóvgorod. Iván IV, conquista los kanatos tártaros de Kazán y Astrakán en 1552, e inicia la conquista de Siberia, que termina el zar Borís Godunov en 1598.
En 1542, los rusos conquistan Siberia occidental; en 1620, Siberia central; en 1650 Siberia oriental; en 1671 llegaron al océano Pacífico.
Entre 1585 y 1605, los moscovitas llegaron a las cuencas de los ríos Irtysh y Obi. En 1628 se habían expandido a lo largo de los ríos Yeniséi, Tunguska y Angará. En 1643 se completó la conquista del río Lena y en 1643 del río Amur.
Entre 1638 y 1650, llegaron a la región del lago Baikal. Los conquistadores construyeron fuertes a lo largo de estos ríos, en los lugares estratégicos: Tiumén, Tobolsk, Tomsk, Yeniséi, Yakutsk, Ojotsk, Albazinó e Irkutsk.
En 1721 Pedro el Grande fundó el Imperio Ruso. Catalina la Grande, hizo una gran expansión territorial y llegó hasta el Pacífico Oriental, pasando por Ucrania y el Asia Central.
En 1742 cruzaron el estrecho de Bering, dando comienzo así, a la exploración de Alaska.
A mediados del siglo XIX, Rusia era ya el país más grande del mundo y se extendía desde Europa Occidental, hasta Alaska, con algunos asentamientos en América del Norte, como Fort Ross (la América rusa). Esta amplia geografía comprendía Finlandia, Polonia, Ucrania, el Cáucaso, Asia Central, Manchuria, la isla de Sajalín y las islas Kuriles.
Igualmente, Rusia estuvo presente en otros continentes, como América, en donde tuvo la colonia de Alaska rusa, que desde 1784 fue administrada por rusos y estadounidenses, hasta que, en 1867, fue vendida a los Estados Unidos, por siete millones y medio de dólares.
También estuvo presente desde 1898 hasta 1905, en Asia, en la ciudad china de Lüshunkou, conocida en Occidente con el nombre de Port Arthur.
En África, tuvo la Somalia rusa en 1889; en Oceanía, estuvo presente en Kauai (Hawái), en 1818; en Europa  en las Islas Jónicas entre 1800 y 1807 y en Cattaro en 1806.
Los dos primeros decenios del siglo XX, Rusia estuvo marcada por las conmociones internas y por su participación en la primera contienda mundial, donde tuvo imponderables fracasos.
 Como resultado de su debilitamiento y de la oposición popular a la guerra y al régimen de opresión, los obreros y soldados organizados, llevaron a cabo la Revolución de Octubre, dando inicio a la implantación del socialismo en ese país. Durante los años siguientes a dicha revolución, varios acontecimientos afectaron a la nación rusa, principiando por la guerra de intervención de más de trece potencias contra el nuevo Estado.
Como consecuencia hubo un considerable flujo de emigrantes de Rusia hacia países de Europa Occidental y, en lo doméstico, se dio la adaptación paulatina al nuevo orden económico y sociopolítico que empezó en los años veinte y prosiguió en las décadas subsiguientes. El idioma ruso se expandió en las 15 repúblicas hermanadas en la Unión Soviética, pero al mismo tiempo se escuchó en la boca de los miles de inmigrantes que salieron de ese país, con diverso destino, fundamentalmente, para Europa y América.
Después de segunda guerra mundial, en la triunfante Unión Soviética, sobre la Alemania nazi, los rusos se consolidaron con sus armas e idioma, en las quince repúblicas, a saber: Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Armenia, Azerbaizhán, Kazajastán, Kirguistán, Usbekistán, Tayikistán, Turkmenistán, Moldavia, Estonia, Letonia y Lituania.  De acuerdo a la Constitución, el idioma ruso se estableció como el idioma oficial de toda la Unión y los idiomas nacionales, fueron declarados oficiales en los respectivos territorios, con la obligación de enseñarlos y fomentarlos a la par del ruso.
En la historia universal, es un sitio común, que la ocupación militar de territorios trae como consecuencia lógica la introducción y afianzamiento de la lengua del país vencedor. A demás, es igualmente importante, el prestigio social que los escritores e intelectuales de una potencia, le dan a su idioma, vehículo de la cultura y la ilustración, que se lleva a las zonas de expansión. Eso ocurrió con Roma, cuando colonizó a Europa y cuando España y Portugal lo hicieron con América.
Es el caso del idioma ruso, que florece en la pluma de Alexánder Pushkin, fundador de la lengua rusa moderna; de Nikolai Gógol, excelso novelista; de León Tolstoi, el humanista y pensador por excelencia; de Fiódor Dostoievski, eminente novelista, amén de brillantes literatos de los siglos XIX y XX, como Antón Chejov, Máximo Gorki, Alexéi Tolstoi, Iliá Eremburg y otros. Caso especial son los premios Nobel de literatura otorgados a literatos rusos del siglo XX, como: Iván Búnin, Borís Pasternak, Mijaíl Shólojov, Jóseph Brodski y Alexánder Solzhenitsyn.
La contribución de Rusia a la ciencia y la tecnología, ha sido considerable. Baste nombrar a Dmitri Mendeléiev, autor de la tabla periódica de los elementos; Eduard Tsiolkovski, padre de la cosmonáutica; Aleksándr Popov, inventor de la radio; Vladímir Zvórykin, inventor del iconoscopio de la televisión y del microscopio electrónico; lo mismo que a los 16 científicos galardonados con el premio Nobel de ciencia, que hablan por sí solos de la riqueza intelectual de ese país. 
El idioma ruso, llegó a convertirse en “la lengua internacional del socialismo” y se enseñó en todos los países que adoptaron ese sistema político en el siglo XX. En la actualidad, se continúa hablando en las 15 exrepúblicas soviéticas y también en varios países exsocialistas como Polonia, república Checa, lo mismo que en parte de Finlandia, Israel y Mongolia. Se calcula que el ruso es el idioma de 150 millones de hablantes nativos y de otros 140 millones de personas diseminados en los cinco continentes.
Es por demás conocido, que la disolución de la Unión Soviética trajo aparejado el debilitamiento militar, político, económico y cultural de ese país y, por ende, el menor prestigio e influencia de la lengua rusa en un vasto territorio y en el mundo. Clara muestra de lo anterior, son las palabras de Vladímir Putin, presidente de la Federación Rusa, cuando se refirió hace unos años, al final de la Unión Soviética, calificando dicha disolución como: “La mayor catástrofe geopolítica del siglo XX” (Duch, 2005). No cabe duda de que hay estrecha relación entre poder político de una nación y la difusión de su lengua.
El alfabeto cirílico
No hace falta mayor esfuerzo para percibir un texto ruso escrito con antiguas letras eslavas eclesiales, o impreso en ortografía prerevolucionaria o en la grafía moderna. La elección de la escritura nunca tiene un sentido neutral; siempre porta un determinado mensaje ideológico y político, una referencia a una tradición histórica particular. Por ejemplo, en la comunidad rusa en el extranjero el uso de la ortografía prerrevolucionaria o “soviética”, define casi infaliblemente la determinación de la orientación política de un inmigrante.
La reforma de la ortografía y cambios de caligrafía impresionan menos que el cambio de alfabeto. La elección de los caracteres (por ejemplo, alfabeto cirílico o latino) no solamente juega un papel importante en las guerras de información de nuestro tiempo, sino que es el medio más común de estas guerras, el trasfondo contra el que se construye el discurso futuro. Las grafías, como fenómeno lingüístico externo a la lengua hablada, tienen un impacto en la percepción del significado de la comunicación escrita.
La apariencia del texto se relaciona con su contenido, y si estamos luchando por la cultura rusa, y a menudo somos poco conscientes de la falta de valoración de esa riqueza cultural, los enemigos de los rusos van a aprovecharse de ese descuido. Para sobrevivir, en el mundo del capitalismo globalizado, se necesita tomar un papel proactivo que pueda impulsar a aquellas culturas y lenguajes, cuyo ámbito de dominio está en indiscutible expansión. Ir a la defensiva es perder. El ejemplo de la lucha milenaria entre los alfabetos cirílico y latino demuestra esto muy claramente.
Con los descubrimientos geográficos de los siglos XV a XVIII, colonos y misioneros llevaron el alfabeto latino a todos los continentes de la Tierra, mientras el alcance del alfabeto cirílico permaneció virtualmente sin cambios. Es más, el yugo turco en los Balcanes y las reformas prooccidentales de Pedro el Grande, en Rusia, socavaron de forma fundamental su prestigio. Occidente venció en la primera etapa de la confrontación, porque Rusia todavía no se había dado cuenta de la importancia de esta lucha.
La razón para emprender la “cirilización” de todo el país, en la segunda mitad del siglo XIX, fue la introducción de las reformas liberales de 1860 y el desarrollo del capitalismo en Rusia, la misma que despejó el camino para la educación de masas y la cultura, incrementando la movilidad social. El ejército, el sistema educativo y la prensa, se convirtieron en una poderosa arma de unificación de los viejos dialectos, y finalmente los lenguajes literarios.
Para 1932, el alfabeto latino estaba establecido firmemente en muchas áreas de la Unión Soviética. Cumpliendo las indicaciones de Lenin, personajes como Bujárin, Marr, Lunacharsky y Yákovlev prepararon lo necesario para la transcripción de toda la lengua rusa al alfabeto latino. El alfabeto cirílico parecía, para la escuela bolchevique de Pokrovsky (y otros esperantistas) como el obstáculo más importante para la supuesta revolución mundial, el triunfo del cosmopolitismo y la abolición final de las lenguas y nacionalidades. Por alguna razón se creyó que de todos los alfabetos del mundo, solamente el latino, no estaba cargado con asociaciones históricas “reaccionarias”.
La cosa más sorprendente es que todos los participantes de la “lucha por la escritura” en las décadas de 1920-1930 fueron muy conscientes de su importancia. Para ellos no fue un capricho, sino un asunto de vida y muerte, que decidió el destino de los pueblos de Eurasia (incluyendo los rusos): integrarse en “el mundo único”, o crear sus propios mundos culturales y de información. Esto fue comprendido tanto por Stalin como por aquellos “latinistas” que fueron reprimidos. También fue comprendido por los nazis, que (también prohibieron el esperanto en Alemania) y en 1941 empezaron a implantar el alfabeto latino en los territorios que le ocuparon a la URSS (Crimea, Cáucaso).
La victoria de 1945, sobre el nazismo, significó la consolidación del alfabeto cirílico como el principal sistema gráfico lingüístico de la Unión Soviética. Para principios de la década de 1950, fue realizado un intento, sin precedentes, destinado a ampliar el alcance del cirílico dentro de la lengua rusa, en ámbitos no propiamente lingüísticos. Las letras rusas empezaron a usarse en las fórmulas económicas y matemáticas. Desafortunadamente, ahora es difícil hablar de los resultados que esa medida pudo traer.
En el periodo posterior a la muerte de Stalin, y antes de la “perestroika”, muy poco ocurrió en el campo de la escritura. Pero fue durante los años de gobierno de Brézhnev (1964-1982) y posteriores, llamados años de “estancamiento”, cuando las posturas políticas eran antisoviéticas, antirrusas y también antiserbias.
Y muy pronto, a finales de la década de 1980 se confirmó el viejo proverbio: “quien no avanza, está forzado a retirarse”. Desde principios de la década de 1990, el prestigio descendente de la lengua rusa en el mundo, vino de la mano con la ola de latinización, cubriendo tanto a las antiguas repúblicas soviéticas, como a la Federación de Rusia.

Expertos en el extranjero de nuevo, como en la década de 1920, declararon la futilidad de la lengua rusa, considerándola “demasiado compleja” y el deseo de la adaptación gradual a los estándares occidentales o sea el cambio al alfabeto latino. Los intentos oficiales de latinización fueron realizados en una serie de repúblicas nacionales de la Federación de Rusia actual, sin mayores efectos.
Por fortuna, fueron escuchados los llamamientos de aquellos que deseaban mantener una sola grafía como garantía de un campo informativo uniforme, al menos en Rusia. Por iniciativa del presidente Putin en 2003, fue aprobada una ley que permite solamente el uso de grafías cirílicas en las lenguas oficiales de las repúblicas, dentro de la Federación de Rusia. El poderoso ataque del alfabeto latino fue detenido.
 No sobra consignar algunos términos de origen ruso que conoce el mundo y que hablan de los avances de Rusia en los campos de la conquista del espacio sideral o en el militar: “Spútnik” (Compañero), “Vostok” (Oriente), “Avangard” (Vanguardia), “Sarmat” (Sármata), “Akula” (Tiburón), “Granit” (Granito), “Bulava” (Alfiler), Taifún” (Tifón). “Kinzhal” (Daga), “Richag” (Palanca), “Gorínich” (Cabeza de dragón), algunos de ellos de amplio conocimiento mundial y que se refieren a la geografía y a representaciones del poder.
Para concluir diremos que el idioma ruso es una lengua idiosincrática, que identifica plenamente a la nacionalidad rusa y muestra, su herencia histórica, la misma que se refleja en los aspectos lingüístico y cultural, ligados indefectiblemente al progreso de un enorme país multinacional y multiétnico, que está a la vanguardia del avance económico y científicotecnológico y es garante de la paz y estabilidad mundial.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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7.      ROSERO, J. E., 2005: Rusia: País de lilas y abedules: mis vivencias en la antigua Unión Soviética, en 50 ensayos. Popayán.

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