HIMNO COLOMBIANO
(De la segunda independencia en curso)
(Tiempo de marcha)
Letra y música: Eduardo Rosero Pantoja
A todos los compatriotas que siempre desearon tener un himno,
que no esté anclado en el pasado sangriento y sado-masoquista de Colombia
Canto al pueblo de gente sencilla,
de sabanas, de valles y cimas,
que construye un futuro preclaro,
con martillos, compases y arados.
La Colombia de muiskas e ingas,
con piapocos, awá y killasingas,
de los nasa, katíos y tukanos,
con kalimas, chokóes y guambianos.
De tunebos, los bari y tikunas,
con los pastos, kofanes y kunas
de wayuús, los bora y kamkuamos,
con koyaimas, los kogui y desanos.
De las etnias, setenta y más lenguas,
sin que tenga ninguna una mengua,
junto a ellas, destellos de un faro,
van los negros, mestizos y blancos.
Sin extraños que quieran mandarnos,
con amigos, a todos, la mano,
con iguales serán nuestros tratos,
se acabaron por siempre los amos.
Nuestra estrella está en lo más alto,
el respeto a todos, un pacto
irrompible, por hoy, para siempre,
la armonía será nuestro aliento.
Los vecinos: los grandes amigos,
¡Buenos días! a ellos decimos,
si nos falta una cosa llamamos,
a su puerta, con tino, golpeamos.
Las mujeres, los niños y viejos,
prelación les cobija en el riesgo,
los varones serán los guerreros
de la paz, en país justiciero.
Este canto es un himno por siglos,
por milenios, que son infinitos,
de nación que levanten sin sangre,
cada día, el chico y el grande.
Nuestros dioses: los bosques, las aguas,
de los mares, los ríos y los lagos,
con el sol, las estrellas, la luna,
desde el canto que nace en la cuna.
Nuestros héroes se dan día y noche,
en la fragua y la mina, en derroche,
en la casa del sur o del llano,
en la costa o el verde altiplano.
Con Bolívar, arriba en la gruta,
marcharemos siguiendo la ruta,
de ser libres, sin yugos extraños,
por sutiles que sean los engaños.
*****
(Tiempo de marcha)
Letra y música: Eduardo Rosero Pantoja
A todos los compatriotas que siempre desearon tener un himno,
que no esté anclado en el pasado sangriento y sado-masoquista de Colombia
Canto al pueblo de gente sencilla,
de sabanas, de valles y cimas,
que construye un futuro preclaro,
con martillos, compases y arados.
La Colombia de muiskas e ingas,
con piapocos, awá y killasingas,
de los nasa, katíos y tukanos,
con kalimas, chokóes y guambianos.
De tunebos, los bari y tikunas,
con los pastos, kofanes y kunas
de wayuús, los bora y kamkuamos,
con koyaimas, los kogui y desanos.
De las etnias, setenta y más lenguas,
sin que tenga ninguna una mengua,
junto a ellas, destellos de un faro,
van los negros, mestizos y blancos.
Sin extraños que quieran mandarnos,
con amigos, a todos, la mano,
con iguales serán nuestros tratos,
se acabaron por siempre los amos.
Nuestra estrella está en lo más alto,
el respeto a todos, un pacto
irrompible, por hoy, para siempre,
la armonía será nuestro aliento.
Los vecinos: los grandes amigos,
¡Buenos días! a ellos decimos,
si nos falta una cosa llamamos,
a su puerta, con tino, golpeamos.
Las mujeres, los niños y viejos,
prelación les cobija en el riesgo,
los varones serán los guerreros
de la paz, en país justiciero.
Este canto es un himno por siglos,
por milenios, que son infinitos,
de nación que levanten sin sangre,
cada día, el chico y el grande.
Nuestros dioses: los bosques, las aguas,
de los mares, los ríos y los lagos,
con el sol, las estrellas, la luna,
desde el canto que nace en la cuna.
Nuestros héroes se dan día y noche,
en la fragua y la mina, en derroche,
en la casa del sur o del llano,
en la costa o el verde altiplano.
Con Bolívar, arriba en la gruta,
marcharemos siguiendo la ruta,
de ser libres, sin yugos extraños,
por sutiles que sean los engaños.
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