EL CARRETILLERO





Por: Eduardo Rosero Pantoja


A un carretillero anónimo que socorrí en Armenia


El carretillero, que sube la cuesta,

de mañana y tarde, a la muerte apuesta.


Anda todo el día, por hermosas calles,

donde los vecinos, saben el detalle.


De comprar barato y pedir rebaja,

por cuatro limones, teniendo ventaja.


Pero ellos no saben, que el carretillero,

tiene la barriga, vacía como un hueco.


Hoy no vendió nada, porque está muy cara,

la fruta en la plaza y nadie rebaja.


Hoy casi se muere, el carretillero,

de física hambre, al pie del alero.


Y yo le pregunto: ¿qué le pasa amigo?

-no he vendido nada, vacío está el bolsillo.


Nadie se imagina, de los mil viandantes,

que el carretillero, flaqueó en un instante.


Dobló en el andén, su cuerpo pesado

y esperó en silencio, lo que diga el hado.


Se pudo morir, sin pedir ayuda,

de nadie la espera, en tierra de Judas.


Le di un poco de agua, la tomó de un trago,

se fue reponiendo, del momento ingrato.


No hay quien ayude, al carretillero,

nadie le pregunta, si vive o si muere.


A nadie interesa, la suerte del pobre,

porque no posee, ni siquiera un cobre.


Y sigue la cuesta, el carretillero,

con las pocas fuerzas, que le dio un puchero.

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