EL CANIJO
Por: Eduardo Rosero Pantoja
A las víctimas inocentes de Soacha y de todas las ejecuciones extrajudiciales
Me toco hablar del canijo,
en esta tarde serena,
cuando a la nación entera,
acongójala a una pena.
Hace ya más de tres lustros,
que le mataron sus hijos:
doce mil, dicen que suman,
los señores estadísticos.
El hecho se conoció,
al poco tiempo de crimen,
pero apenas lo asimila,
la Colombia que pervive.
El Caín de la leyenda,
se le volvió de carne y hueso,
desde que tuvo el mandato,
en sus garras de sabueso.
La guerra contra su pueblo,
fue su razón preferida,
porque ella da dividendos,
siempre por doble partida.
Necesitó buena ayuda,
de cerebros superiores,
Camilo Ospina se inventa,
recompensas ulteriores.
Por cada muerto un regalo,
una caja de comida,
que la recibe el soldado,
por su disparo homicida.
Pide ascenso el general
y se lo dan sin tardanza,
por los cien litros de sangre,
que generó la matanza.
“Es una acción aislada”,
dijeron los altos mandos,
pero una acción detrás de otra,
es acción que va sumando.
Ejecutaron a jóvenes,
también ultimaron niños,
los vistieron de uniforme,
dijeron que eran guerrillos.
Sabían que eran inocentes,
las víctimas de su infamia,
pero había una recompensa,
al final de la patraña.
Les pusieron uniformes,
no cuidaron el detalle,
de hacerles los agujeros,
y de ajustarse a la talla.
Hasta les pusieron botas,
al revés, como cayera,
era tanta ya la prisa,
de engrosar la billetera.
Hoy el mundo está aterrado,
de esos crímenes horrendos,
pero también de la astucia,
del canijo y de los medios.
Como pudieron tapar,
con las cortinas de humo,
que, de consuno, ellos hacen,
con ese instinto gatuno.
En un escenario equis,
ya los habrían fusilado,
sin gran fórmula de juicio,
y sus bienes confiscado.
Pero estamos en Colombia,
donde todo se falsea,
se impone la ley del rico,
con su carga farisea.
*****
No le importa el desprestigio,
de su arma, ni un comino,
más le teme al manazo,
que en palacio da el canijo.
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