¿QUÉ LE ESPERA A VENEZUELA?


Por: Eduardo Rosero Pantoja
Después de la posesión, el 19 de abril de 2013,  de Nicolás Maduro Moros, como presidente constitucional de Venezuela, como resultado de unas elecciones donde le ganó a su adversario, Henrique Capriles Radonski, por 235.000,  no nos quedaría esperar más que el desarrollo de las propuestas del nuevo gobierno destinadas a fortalecer las ramas débiles de la economía, para lograr mayor bienestar social, como continuación del derrotero socialista que lideró, hasta su muerte,  el Comandante Hugo Chávez,  en más de un decenio de estar en el poder. Pero eso es apenas una buena intención, porque los hechos que se han presentado en Venezuela, muestran que la vida tomará otros rumbos. Sin desconocer,  que las personas juegan un papel importante en los acontecimientos, son los grandes centros del poder imperial, inspirados en el capital y la  fuerza bruta, los que deciden  el rumbo que toman los países.
La terquedad del líder de la oposición de no querer reconocer el resultado de las elecciones, a pesar de haber obtenido Maduro la mayoría, es sólo el pretexto para formar un conflicto social que, por lo visto, terminará en una guerra fratricida, que los Estados Unidos -y otras potencias aliadas-  aprovecharán para invadir Venezuela so pretexto de ayuda humanitaria, tal como ocurrió no hace mucho en Túnez y Libia. Dichas potencias no estarán dispuestas a esperarse el largo período  de seis años de gobierno socialista (hasta 2019), para hacer una intervención armada y quedarse con el petróleo, tal como lo hicieron en Irak y Libia. De esta intención artera ya se ha escrito no poco en la prensa mundial y no hace falta meterse en otro tipo de consideraciones. Maduro y la continuidad del socialismo de Chávez, tienen la suerte ya echada y es apenas cuestión de tiempo. La oposición venezolana, a la cabeza de Capriles Radonski, no se va a poner a esperar a que se enfríen los infiernos.
Pero no se trata de la figura de éste último, porque como tal es un pobre diablo, mediocre y vicioso. Se trata de que en el epicentro de la oposición está la riquísima burguesía venezolana -interna y externa- que ha perdido privilegios, en el momento en que la pirámide social se invirtió. Su rabia es incontenible y no la oculta ni dentro ni fuera de Venezuela. Su aliado natural son las burguesías vecinas (en primer lugar la colombiana, soberbia y vendepatria) y el imperialismo mundial, con su punta de lanza, las multinacionales que succionan las riquezas de todo el planeta, especialmente del llamado tercer mundo, un eufemismo para llamar a todos los submundos que están por debajo de los países desarrollados, los mismos que se apropiaron de todas las riquezas que les dio su condición de potencias coloniales (durante casi 500 años) y ahora de potencias postcoloniales.
En el caso de Venezuela,  “la rica, la mil veces rica” -como la llamara Jorge Zalamea, el insigne poeta bogotano-  es la cuestión de la posesión del petróleo, lo que decidirá su suerte. El petróleo ha sido su bendición, pero paragógicamente, puede ser su maldición. Ya en siglo pasado, los mares de petróleo de Venezuela, apenas si sirvieron para proporcionarle algún progreso, pero no le quitaron su condición de país subdesarrollado ni dependiente. El fallecido presidente Chávez, al comienzo de su mandato denunció,  cómo los partidos tradicionales,  mientras estuvieron en el poder,  se gastaron la bicoca de dinero equivalente a 14 planes Marshall, sin haber logrado ni siquiera mitigar el hambre y la enfermedades de millones de venezolanos, en los decenios siguientes a la segunda guerra mundial. Todo ese caudal se lo derrochó la insaciable burguesía venezolana, tanto en su país como en el exterior. Qué lujo de casas, apartamentos, haciendas,  coches, comidas y bebidas,  viajes por el mundo y todos los placeres  -habidos y por haber-  tuvo ese puñado de privilegiados. Qué mal ejemplo le dieron a su pueblo, al mismo que le proporcionaron migajas, pero no le enseñaron a trabajar, a desarrollar  su país, rico no sólo en petróleo, sino en diversos minerales, con una naturaleza prodigiosa, pero tan necesitado de todo lo indispensable, principiando por la industria alimentaria.
Deplorable el legado que esa burguesía le dejó al bonachón de Chávez, quien invirtió el resto de su vida en tratar de reparar tanto daño, en  asegurar la explotación de petróleo para el pueblo y de remediar la triste situación de millones de compatriotas irredentos, con hambre, enfermos, mal vestidos, analfabetos.  Con su muerte todo se quedó  a medio camino y, eso bueno que dejó -así para algunos sea  muy poco- es lo que tienen que defender los venezolanos progresistas con todo su convencimiento y fuerza, sin desfallecer, porque si pierden esta batalla de las ideas y la social, el reversazo que den los acontecimientos, no será -ni de lejos- proporcional  a lo que perdió la burguesía,  sino que tendrá contornos terroríficos, como los que tuvo el fascismo que se entronizó en Chile con el golpe de Estado que depuso al presidente Allende el 11 de septiembre de 1973. En el paso cruento,  del socialismo al fascismo,  siempre se da un bandazo donde no queda piedra sobre piedra. Venezuela recibiría no sólo la invasión de los Estados Unidos y de sus aliados de OTAN, sino que después sobrevendría un periodo de persecución y exterminio de todos los activistas y adherentes de la causa del socialismo, que por los resultados de las elecciones últimas, conforman  la mitad de la población. Las muertes, las desapariciones, el exilio de millares de ciudadanos  no se dejarían esperar. Ese es el fascismo corriente que ya vimos en Indonesia y Chile, por citar sólo dos ejemplos.
No nos podemos olvidar que Capriles Radonski, pertenece a esa misma burguesía rabiosa y mimada que no acepta ninguna otra opción de pensamiento y acción que no sea su dictado. Con el agravante de que por su procedencia judía tienen fuerte entronque con el sionismo mundial, causante de tanto dolor en los pueblos del mundo, como es el caso de los palestinos o el de  Colombia que sufre la intervención de Israel en los asuntos internos de nuestra sociedad proporcionando -por décadas armas y asistencia logística- a nuestro gobierno que combate con fiereza  la resistencia popular. Dicho dirigente, que ya tiene un pasado delictuoso de varios años y nunca ha pagado por sus delitos -porque así fue la generosidad chavista- en este abril también mostró sus garras de violento  y llamó al país a un verdadero levantamiento. La turbamulta reaccionaria que él encabeza no tuvo empacho en matar dirigentes socialistas, quemarles sus sedes y hasta atentar contra los centros de asistencia médica donde trabajan especialistas cubanos. La xenofobia es otra característica inconfundible del fascismo, tal  como lo hacía Hitler persiguiendo a todo extranjero (judíos, polacos, rusos, armenios, gitanos, etc.).
De la manera sabia como los órganos de justicia del gobierno que preside Maduro Moros sepan llevar a los culpables de los recientes -y próximos delitos-  a los tribunales,  dependerá mucho el futuro   de la  Venezuela bolivariana. Hace falta mano firme y justicia pronta y cumplida, siempre de acuerdo a la ley vigente. En el momento en que el gobierno empiece con titubeos y ambigüedades,  el enemigo -que es fuerte y múltiple-  no se parará en pelitos para encender el detonante que empiece la guerra civil, la cual  será aprovechada como “oportunidad providencial” para que esa oposición solicite “ayuda humanitaria” y los yanquis no se hagan esperar con sus portaviones al frente del mar Caribe. Entonces ya de nada servirá la “solidaridad continental”, ni Unasur, ni en Mercosur, ni la OEA, ni la ONU. Son los Estados Unidos un verdadero hooligan planetario, que no está dispuesto a escuchar razones ni a dolerse de los sufrimientos de la gente, ni en tiempos de paz ni de guerra.
Quisiéramos mil veces estar equivocados en nuestros juicios, pero tienen toda la racionalidad que nos dan los conocimientos de la historia del pasado,  reciente y lejano. Siempre se impondrá la ley del más fuerte desde que existe el garrote de Caín. Pero ese garrote bíblico era apenas un embrión de todo el poder maléfico de unas armas puestas en las manos de seres demenciales y atrabiliarios como son los gringos, que van detrás de la riqueza de los pueblos, para seguir viviendo con toda  la holgura, en verdaderos paraísos terrenales en los cuales no soñó ni siquiera el rey David. Y saberse que allá mismo en los Estados Unidos de América, varios millones de ciudadanos padecen el frío, el hambre y las necesidades, que con mucho se acercan a los que tienen los pueblos subdesarrollados de África, Asia y América Latina. Esas son las maravillas que crea el capitalismo, en su versión más exacerbada. La excesiva concentración de riqueza en pocas manos, con la ayuda de todo tipo de armas: atómicas, neutrónicas, químicas y biológicas, que ellos prohíben a otros pueblos del mundo. Esa es la democracia mundial que ellos conciben, donde se aplica a cabalidad la ley del embudo: la parte ancha para ellos y la angosta, muy angosta, para los demás.

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