A LOS CINCO AÑOS (Tango)
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Letra
y música: Eduardo Rosero Pantoja
A la memoria de
todos los exterminados, desde 1946, por
la plutocracia colombiana
Algo se derrumbó dentro de mí, a los cinco
años,
cuando Juan me contó, que moriría, tarde o
temprano;
que no era eterno yo, papá y mamá, ni mis
hermanos;
que podría morir, bajo un botín, como un
gusano,
o torcido del cuello como hacen siempre con
los gallos.
Ahogado en un río o acaso en un lago,
caído de un avión o ahorcado en un cadalzo,
tal como le sucedió al sabio Caldas
y le sigue pasando a tanto humano.
Y me puse a envidiar a los mil dioses,
incorpóreos, eternos, poderosos,
que viven en la mente de los hombres,
día y noche, y no tienen dolores,
ni
padecen aflicciones.
Y supe de otras muertes
las más crueles de este mundo:
el “corte de pilón”,
también el “corte de franela”,
para causar terror
y apoderarse de las tierras.
Llegó la motosierra,
promediando los ochenta,
para segar la vida
de los pobres de mi pueblo,
todo con el concurso
del gobierno traicionero.
Se dio el exterminio
en las aldeas y en los poblados,
mas nunca aquí se habló
de declarar un campo santo,
para rendir memoria
a los muertos de los campos.
El púlpito servía a los curas en su rito,
para sembrar el odio, que llegaba al
infinito,
alcaldes militares, también civiles, eran ogros,
puestos para cumplir bien los papeles del
demonio.
El campo se llenó de verde olivo,
color del uniforme de verdugos,
vestido en el cuerpo de los hijos,
para quedar atados a un gran yugo.
El yugo de la guerra improductiva,
de la vida parásita y rabiosa,
la de la “ley de fuga” homicida,
y otras leyes marciales oprobiosas.
De Boyacá en los campos, un Ospina,
inventóse la ley de recompensas,
que trajo a la vuelta de la esquina,
los desaparecidos, ya sin cuenta.
Algo se me derrumba en mi ser
cuando recuerdo,
que soy un colombiano, de millones,
que no tengo fortuna ni destino
y vivo en un país que es mal vecino.
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