LOS PUERTOS (Tango)


Por: Eduardo Rosero Pantoja
A la memoria de Virginia Woolf, una mujer superior.

Con fruición veo los puertos
de espléndidas naves;
al frente el horizonte,
ancho, gris, verdeazul.

A dónde dirigirme,
desde El Morro, en Tumaco,
en un buque o velero,
del Pacífico Sur.

Mercantiles los buques
de este puerto escondido
donde veo hermosas playas
y, al final, El Rompido.

Dientes blancos, de negros,
los hermanos del alma,
con sus lenguas rosadas,
forjan voces de encanto.

Es el mar de aguas tibias
de un ambiente tranquilo
donde el cuerpo transpira
y es más suave el respiro.

Las mareas y las boyas
y las albas gaviotas,
las banderas al viento,
de civiles sin tropas.

Y las grúas que trabajan
sin cesar, día y noche,
comandadas por hombres
de firmeza en derroche.

Las “extrañas” palabras:
a babor, a estribor,
además de españolas,
son del mar, mi señor.

En la proa, en la popa,
en el casco del buque,
todo suena a marino,
ya lo dijo algún duque.

Mercancía: cajas, sacos,
vino bueno en barriles,

maquinaria, madera,
hasta frutas y cirios.

Viaja siempre lo nuevo,
todo el mundo cambiante,
contenidos y formas,
de esta vida al instante.

Se recrearon mis ojos
en los puertos del orbe,
en Tumaco, en La Habana,
Nueva York, Liverpool.

Cartagena de Indias,
en Odesa y San Piter,
Santa Marta, la bella,
Sochi y Novorrossiisk.

Deslumbrantes los puertos,
son la entrada y salida,
de lo bueno y lo malo,
que produce la vida.
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