A PROPÓSITO DEL FALLECIMIENTO DE ÓMAR LASSO ECHAVARRÍA

Por: Eduardo Rosero Pantoja

Con Ómar, el entrañable amigo, hablábamos de todas las cosas, habidas y por haber, pero nunca de la muerte, porque él era pura vida, alegría, optimismo, solidaridad, humanismo y muchas palabras más, heterónimos de un generoso campo semántico. No recuerdo ningún gesto de odio o de repulsión en la cara de él, pero sí lo vi serio, con alguna frecuencia, pensando en sus compromisos académicos y comerciales. Su característica principal fue su jovialidad y su don de gentes. Había llegado de una aldea cercana a la Unión, Nariño, en los años setenta, con el ánimo de estudiar y de formarse. Trabajó de recepcionista en el Hotel Camino Real, el mismo que le dio el sustento para poder vivir y estudiar, como efectivamente lo hizo en la Universidad del Cauca, donde terminó la profesión de filósofo. Doy fe de que siempre se portó como un filósofo de la vida, con sus continuas reflexiones, alimentadas con sus profundas lecturas, hechas durante su carrera y después de sus largas jornadas de trabajo en su librería Macondo.

Recuerdo el día en que lo conocí en el vestíbulo de la entonces Facultad de Humanidades, vendiendo unos pocos libros de arte y literatura, que le había cedido un agente vendedor. Al poco tiempo ya estaba instalado en un pequeño local, que le había cedido el mismo agente y en donde con todo el juicio, Ómar se puso a hacer estantes y a habilitarlo para una pequeña librería. No tardó en hacerle un original sello con la leyenda, que fue única y definitiva: “Macondo, libros, arte y tertulia”. Efectivamente eso fue su establecimiento: un soñado Macondo, prefigurado en la mente de quienes vinimos a trabajar a Popayán, con muchas ganas de leer, de comunicarnos, de relacionarnos, de investigar el medio. A eso vinimos quienes nos vinculamos, por decenas, de todos los puntos cardinales del país, con diversas costumbres, formaciones y cosmovisiones. Ómar, pronto advirtió, que estaba frente al experimento intelectual y comercial, que no podía perderse. Él lo lideró, discretamente, pero con paso firme.

Varios libros compramos, por propia iniciativa, otros sugeridos. Este nuevo librero, pronto se volvió conocedor de diversas bibliografías sobre literatura, lingüística, historia, antropología y política. Era muy amable entablar nuevas amistades con colegas de otras áreas y exponer y discutir temas de actualidad, con el ánimo de enriquecer el espíritu. Cómo hace de falta la tertulia en todo medio universitario, para que haya circulación del pensamiento, para que se ventilen todas las ideas. Esto lleva a vencer el conservadurismo nato, el sectarismo, el espíritu pacato y hasta la timidez. Eso fue lo que nos dio Macondo, desde el principio, y por eso acudíamos allí, como un verdadero refugio intelectual. Es posible que su radio de acción directa, no haya pasado a todas las facultades, pero su influencia llegó a toda la Universidad del Cauca y después a otros centros de educación superior. Por supuesto, que Macondo dejó su impronta en toda la sociedad payanesa, porque los hechos de cultura, trascienden más allá de los escenarios iniciales.

Ahora que ha muerto Ómar, sentimos un gran vacío, paradójicamente, mayor que cuando se cerró la librería en 2005, porque ya la ausencia de su fundador es total. Y lo será para siempre, independientemente de que en otras calendas, surjan librerías con muchos libros y tertulia. Los acontecimiento que vivimos en Colombia, desde los años ochenta, hasta finales del siglo XX, de

guerra de clases, asesinatos, descuartizamientos, desapariciones, secuestros, magnicidios, terrorismo y fascismo abierto, no tienen nombre. Sólo estadísticas: muchos muertos, despojo de tierra, mucha tristeza, orfandad, negación total de la vida. Y lo que es peor de todo: la indiferencia social. La mayor parte de la gente vive autocomplacida y bien pagada de sí misma. Tal vez, a algún profesor se le ocurrió, por fuera del programa curricular, comentar alguna de las atrocidades del día, dándole una explicación política, filosófica. Ese hipotético profesor, fue sin ambages, un verdadero suicida, porque la censura y el unanimismo campeaban en los predios universitarios. Hay que decirlo sin reservas: Macondo, no fue ajeno a la discusión, al debate de las ideas, pero nunca fue un centro de controversias furiosas. Todo lo contrario: campeó la convivencia y el espíritu humanista en el que nos formamos y esperamos vivir el resto de nuestros días.

Me llamó poderosamente la atención que con motivo del deceso de Ómar, fueron más que avaras las manifestaciones de pesar frente a la sociedad, toda vez que el difunto, fue en vida, un personaje importante, gestor cultural, académico, humanista y librero culto, además de digno. Con la honrosa excepción del periodista Álvaro Jesús Urbano Rojas y uno que otro columnista, las palabras dolidas fueron pocas. Eso nos previene a los mortales, de que no somos tan importantes como creemos, somos simples celdas de una astronómica colmena, que si faltamos, nadie lo nota, ni la vecina, ni la importantísima y respetabilísima reina. De todas maneras, queda en nuestras mentes el recuerdo imperecedero del librero, que mucho nos complació, deleitó y ayudó, con el encanto y disfrute de los libros. Popayán ha sufrido una pérdida irreparable, que ya empezaremos a notar después del momento luctuoso.

Sirva este escrito para dar un último adiós al querido amigo Ómar Lasso Echavarría y presentar mi saludo solidario a su esposa Patricia e hijos Emilio, Daniel y Sebastián. Ómar vino a Popayán a formarse y su cometido lo realizó a cabalidad. Por todo lo que logró en esta ciudad, él vivió siempre agradecido y más que un huésped, se consideró un hijo adoptivo, que vibró al unísono con su sociedad, especialmente, con la que está en la etapa de formación intelectual. Es preciso que sus libros y escritos sean conocidos y por eso, solicitamos, comedidamente a sus familiares, que conserven esa rica herencia y que la den a conocer en una edición que perpetué el pensamiento de ese intelectual de origen nariñense, que dedicó toda su vida a la autoformación, para poder ayudar a la culturización de la juventud estudiosa.

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