NACÍ EN UNA SABANA

Por: Eduardo Rosero Pantoja

Nací  en  una  sabana
rodeada de altas montañas,
tupidos bosques nativos,
con bejucos y marañas.

De niño conocí al lobo,
vi a la zorra y al venado,
lo tuve todo a la vista,
nada me estuvo vedado.

Hijo de padres libres,
sin gritos ni reprensiones,
nunca obligado a rezos,
ni a retener oraciones.

Aprendí la palabra clara
y a tener mirada altiva,
a conversar con los viejos
y a respetar a las niñas.

La mejor de las enseñanzas:
la que me diera mi padre:
vivir del trabajo honrado
y   levantarse  temprano.

La mejor caricia que tuve:
la que mi madre me diera,
restándole unos minutos
a  su  extenuante  faena.

Sonrisa mejor que he visto:
la que mi abuela esbozara,
cuando repetía yo los cuentos,
que ella alegre me contaba.

El calor de mis hermanos
lo conservo en toda senda,
cuando me muero de frío
y  no  tengo  otra  prenda.

Recuerdo mi patria chica
con  cariño  verdadero,
por  haberme  cobijado
con  su  cielo  sabanero.


Azul desde muy temprano
el Chaitán en flanco izquierdo,
más  arriba  está el Cumbal
y el Chiles, cumbre de nieves.
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