QUE LA RECIENTE CUMBRE SEA LA ÚLTIMA

Por: Eduardo Rosero Pantoja


“Los Estados Unidos parecen predestinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la democracia.” (Simón Bolívar)
De niño, recuerdo, una de mis primeras desilusiones fue comprender que las “últimas” noticias de la radio -que tanto me fastidiaban- no eran las últimas, sino las más recientes y así seguían esos despachos informativos en una serie infinita de fastidio, que se prolonga hasta ahora. Pero al que no quiere cacao, se le dan dos veces, reza el dicho (o un millón de veces, si somos tiranos). Pero fuera del presidente Santos y su clase empresarial que lo sostiene, lo más probable es que la mayoría de la gente no quiera otra cumbre de las Américas, donde se derrocha el erario, a mares, y campea la patanería por parte de los Estados Unidos, el patrón de la oligarquía colombiana. Patanería desde la llegada de Obama -el “morenazo” de Chávez- que no es más que un gringodescendiente, impuesto -como presidente de los Estados Unidos- por el sionismo internacional. Decimos patanería, porque desde que Obama descendió del avión, en lugar de saludar a la canciller Holguín, decidió tenderle la mano al jefe de protocolo. Nimiedades, pero hay unas reglas de urbanidad internacional, hay protocolo.
Los desafueros de sus agentes de seguridad no tienen nada de raro, porque son cuerpos de ocupación y como tales proceden en Irak y Afganistán: son invasores y así se comportan: buscan mujerzuelas, la encuentran, satisfacen sus instintos y con toda la arrogancia que les da, su nacionalidad y su poder, no les pagan sus servicios. Aquellas los van a buscar al hotel donde se han hospedado y allí comienza el escándalo. En ese momento se entera el pueblo de los Estados Unidos que su presidente está en Colombia (Cocombia para ellos) y empiezan a preocuparse por la seguridad de su primer mandatario, no por escándalo sexual que afrenta a Colombia y porque no les pagaron lo que les debían a esas profesionales del sexo. Repetimos no es la ofensa moral a Colombia lo que les preocupa, es la seguridad de su presidente y también su imagen de Estado limpio, puritano. Pero pongámonos en el cuero de esos agentes de seguridad de alto rango. “Los doce apóstoles de Obama”, como inmediatamente les llamó el pueblo cartagenero: vinieron a su burdel, Colombia, tal como lo hicieron en años recientes los “contratistas”, mercenarios que embarazaron a mujeres de Girardot y ante la queja puesta en la embajada gringa, ésta no hizo otra cosa que embarcarlos de regreso a su país, quedando las faltas en la impunidad.
Habrá que creer en los agüeros gringos, como es el terror al número 13, la triscaidecafobia, que llega a tal punto, que la mayor parte de edificios de los Estados Unidos no marcan el número 13, lo omiten y luego pasan al 14, como si nada. El caso es que a Obama le fue mal en Cartagena en casi todos los temas, principiando porque la Clinton, Secretaria de Estado, dijo que una de la prioridades del encuentro era, según sus palabras “acabar contra la exclusión y la discriminación”, cuando fue lo primero que hicieron Estados Unidos y Canadá fue vetar la proposición de la mayoría de presidentes, para que Cuba participara en ésta y ulteriores cumbres. Igualmente se excluyó el tema de las Malvinas, a pesar del sentido reclamo de la mayoría de países que demandan la soberanía argentina sobre esos territorios ocupados militarmente por Inglaterra en los años ochenta.
Pero lo que menos se entiende es por qué está Canadá en una cumbre de países de América, toda vez que dicho país es parte integrante del Reino Unido, una potencia extracontinental, que no tiene por qué tiene que estar invitada, justamente, a ese encuentro deliberatorio exclusivo de Estados de nuestro continente. Esto ocurre, justamente, cuando los países de América Latina sí que tenemos serias quejas contra el Canadá por la brutal explotación de nuestros minerales, como el oro, con contratos leoninos que avergüenzan a nuestro ser nacional, pero que a nombre de los pueblos los han firmado nuestros arrodillados gobernantes. Pero la pedantería del actual gobierno del Canadá no tiene límites y el caso es que su primer ministro dijo, en días pasados, que su país seguirá extendiéndose por América en pos de la explotación de minerales preciosos. Es el talante inglés, los genes del país del Albión que se pasaron enteros al Dominio del Canadá.
Los Estados Unidos en esta cumbre perdieron en todos los frentes y lo único que lograron fue agrupar a la mayor cantidad de países en contra suya, porque la mayoría -inclusive Colombia- está a favor de que se invite a Cuba a futuras reuniones. Lo mismo ocurre en torno al asunto de las islas Malvinas (que Obama confunde con las Maldivas de Asia), donde por solidaridad de clase con Estados Unidos e Inglaterra, Santos no se pronunció a favor del justo reclamo de Argentina. Tampoco salieron ganando Estados Unidos con su tesis de arreciar la lucha contra el narcotráfico, porque los países del continente -que tantas víctimas han puesto- no creen en la eficacia de dicha guerra, en cambio - desde hace dos decenios- vienen proponiendo su legalización para acabar con la cadena de todos los que se lucran de ese tráfico ilegal, principiando por los mismos Estados Unidos donde están la mayor parte de beneficiarios de esa ganancia diaria colosal.
Bien lo dice la ex-alcaldesa de Bogotá, Cecilia López Obregón, respecto del veto que ejercieron una vez más los gringos sobre los temas cruciales de la VI Cumbre como fueron los de Cuba, las Malvinas y el narcotráfico:”Estados Unidos se constituyó en la mayoría de uno”. Y eso ocurre por la prepotencia de su gobierno que ni de lejos acepta que el mundo ha cambiado y que ellos están en crisis como lo están sus socios desarrollados. Todos ellos deben recordar que todos los imperios de la Tierra caerán como cayó, estruendosamente, el Imperio Romano para nunca más recomponerse. Es más perdió hasta su lengua que es lo último que pierde un ser al morir. Los Estados Unidos deben replegarse a su territorio a vivir de su propio trabajo y dejar de explotar a más de media humanidad, además de llenarla de muerte y desolación con las guerras que le ha infligido en los más de dos siglos de existencia. Sólo así merecerá el respeto de los pueblos del mundo, pero a cambio del propósito de enmienda y de que les devuelva los territorios y buena parte de las riquezas que se ha llevado, directamente, o través de sus monopolios transnacionales.
No creemos en agüeros pero fue muy sintomático el número 13 del día en que Obama pisó suelo colombiano. En primer lugar: no estaba Cuba presente -por decisión terca del imperio- pero tampoco estuvo el presidente Chávez de Venezuela, por las razones conocidas de su enfermedad, aunque lo reemplazara el vicepresidente Maduro; pero tampoco llegó Ortega de Nicaragua, ni se excusó por no venir; el presidente Morales de Bolivia, el sábado prefirió alquilarse una cancha de fútbol en Cartagena, antes que asistir a la continuación de las liberaciones; otro tanto ocurrió con Cristina Fernández, presidenta de la Argentina, quien se marchó después del desaire que le hizo Santos al no plantear en su discurso el asunto de las Malvinas. Ni qué decir tiene que el presidente Correa del Ecuador, desde hace días, consideró que venir a una cumbre de países, donde los Estados Unidos impondrían su parecer, constituiría un acto de indignidad para sí mismo y para su nación.
Todas estas circunstancias resultaron adversas a los designios de los Estados Unidos, en donde Colombia “El Caín de América” -con su cabeza visible, el presidente Santos- le hizo la compañía que se merece y con quien tuvo que saborear el fracaso de no poder redactar ni firmar siquiera un renglón de una declaración conjunta de 33 flamantes presidentes de América. Ojalá que este sea el preludio de que nunca más se vuelvan a reunir, los presidentes de América -en ninguna parte de nuestro continente- mientras exista el hegemón de los Estados Unidos, país que no ha dejado de fomentar el odio y sumir en la desesperanza a los pueblos de nuestro continente.

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