GERMÁN ORAMAS OLAYA, MI AMIGO
Por: Eduardo Rosero Pantoja
Ayer, 13 de abril de 2019, a la
madrugada, falleció Germán, mi querido amigo, en la clínica Valle de Lilí, de
Cali. La infausta noticia me la dio por teléfono mi hija mayor. Una
involuntaria lágrima de tristeza se deslizó por mis mejillas y, acto seguido,
corrieron por mi mente los pensamientos que me unen a su gratísimo recuerdo.
Cuando empecé a estudiar mi profesión de filólogo, su hermana Carolina,
distinguida colega (recuerden “Becas Carolina Oramas”), desde el principio me
prometió: “cuando venga mi hermano “loco” a hacer el doctorado, tengo que
presentártelo”. Eso ocurrió en Moscú hacia 1968, cuando Germán llegó, en
comisión de estudios, desde la Universidad del Cauca, a realizar su doctorado
en hidráulica. A los tres años obtuvo su nuevo título y toda la vida ejerció su
profesión, en la citada institución, donde se destacó como docente,
investigador y autor de varios proyectos hidráulicos.
Germán fue un universitario en el
sentido estricto de la palabra. Todo el tiempo estuvo dedicado a la cátedra y
pasaba en la Universidad, literalmente, todo el día, preparando sus clases y
exposiciones, haciendo artículos científicos y diseñando presas hidráulicas.
Desde el comienzo dirigía el Boletín científico de la misma institución, donde
no sólo publicaba sus investigaciones, sino que daba cabida a todos los
profesores que tuvieran trabajos de indagación, que valiera la pena dar a la luz: artículos de matemáticas, física,
química, biología, geografía, historia, antropología, lengua guambiana. Allí
aparecieron mis primeras investigaciones dialectales del Cauca, después de que
él me dijera, que lo que uno indaga, debe “pulirse y ponerse en letra de
imprenta”. Germán era un hombre
generoso, en todos los sentidos. Siempre me dio la mano: cuando empecé a
trabajar en la Universidad del Cauca y cuando volví a laborar en ella, después
de mis estudios de doctorado.
Germán se destacó como
investigador de los recursos hídricos de Colombia, especialmente del Occidente.
Conocía al dedillo todos los ríos y su caudal, siempre mirando la posibilidad
de poder construir una hidroeléctrica, con el mayor beneficio humano y con el
menor daño al medio ambiente. Sus cálculos eran minuciosos. Recuerdo, por
ejemplo, el día en que, en el Paraninfo de la Universidad del Cauca, sostuvo su
proyecto de la represa de Julumito (con un espejo de agua de 440 hectáreas),
frente a sendos proyectos de un japonés y un profesor de la Universidad de los
Andes. Fue ostensible la superioridad del estudio de nuestro bibliografiado y
del convencimiento acerca de la causa que defendía, cual era, que dicha represa,
fuera una empresa multipropósito, a pocos kilómetros de Popayán, a partir de la
construcción de “un mar interior” que diera agua potable, energía y recreación
a los payaneses y caucanos.
Sueño que nunca se realizó,
porque los poderes locales y centrales, prefirieron la desafortunada opción de
seguir comprando energía a Antioquia a los precios más caros del país, por la
distancia y por la burocracia que acompaña esa venta leonina. Por no haber
llevado a cabo dicha represa, el Cauca sigue siendo “el departamento de la
oscuridad”, en palabras del mismo Germán. Es suficiente asomar la cabeza a
cualquier aldea, sobre hacia el Sur, para entender que el Cauca sigue viviendo
en las tinieblas. Los políticos locales continúan lucrandose de la energía que
les revenden a sus propios conciudadanos. Inclusive festejaron el día en que
los insurgentes volaron la pequeña hidroeléctrica de Sajandí, en el Patía, para
que la energía faltante se pudiera proveer desde Antioquia, en las condiciones
dolosas en que la reciben y la expenden.
Son innumerables los estudios,
que Germán deja en los archivos del Departamento de hidráulica en la
Universidad del Cauca y la biblioteca de ese establecimiento. Sus enseñanzas
ingenieriles las recordarán por siempre sus estudiantes, a quienes orientó por
más de cuarenta años. Pero también son numerosos sus artículos sobre cultura
política y acontecimientos mundiales, a los que dedicó buena parte de su
tiempo. Recuerdo, entre otros, la colección de ensayos sobre la guerra contra
Irak que, en forma sanguinaria y cruel, los Estados Unidos desarrollaron, junto
a Inglaterra, en su rapiña por el petróleo de Oriente. Los archivos de Germán
deben de estar llenos de todas sus pesquisas con los muchos motivos de sus
preocupaciones no sólo técnicas, sino políticas y sociales. Su pensamiento
democrático le venía de familia y su formación académica, en Moscú, le permitió
entender, desde muy joven, el tejemaneje de la política mundial. Su tío
Fernando Oramas, además de haber sido magnífico muralista (ayudante de David Alfaro
Siqueiros), fue el primero en compenetrarlo del pensamiento progresista que
conoció en México, durante su formación, y que se difundió por América Latina a
través de los artistas.
Germán estuvo casado con la
distinguida dama estadounidense, Carolyn Wenholtz, socióloga de profesión, con
la cual tuvo dos hijos: Simón y Catalina, nombrados así, en memoria de Simón
Bolívar y de Catalina II de Rusia. A Simón y Catalina, envío mi más sentido
pésame y el ofrecimiento de mi permanente amistad. A la memoria de Germán
dedico esta pequeña crónica, transido de dolor, pero con el convencimiento de
que siempre conservaré su grato recuerdo y agradecimiento por su constante
ayuda. Él fue un profesional brillante
y un hombre a carta cabal, ejemplo de trabajo, de solidaridad, de espíritu
crítico y de bondad. Su recuerdo permanecerá siempre en nuestras mentes y
corazones.
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