AQUEL DIECINUEVE


Por: Eduardo Rosero Pantoja
Tres días antes de aquel 19 de noviembre de 2013,  me llamó mi estimadísimo  amigo don Heber Erazo Bolaños,  Director de Lectura al Sur, periódico cultural de Bogotá, para contarme que un hermano mío, Carlos Hernando, estaba recluido en un centro asistencial situado en La Mesa, Cundinamarca, a unos cuantos minutos, en carro, del casco urbano. Esta feliz noticia se dio por la acción de la doctora Deisy Judith Zaraza Naranjo, quien después de leer un artículo mío aparecido en el mencionado periódico Lectura al Sur, no vaciló en enviarle una comunicación a su director, quien a su vez, me contactó sin dilación. Antes habían sido inútiles los esfuerzos por llegar a tener noticias de nuestro hermano, de quien perdimos contacto hace quince años y nos dolía en el alma esa especie de desaparición. Una tía nuestra, fue el único referente que tuvimos en esos años, pero ella falleció y desde allí no volvimos a tener noticias de él.
El 19 de noviembre me dispuse a viajar a La Mesa, ese tibio, hermoso y próspero municipio de Cundinamarca. Para no tener que ir a Bogotá, lo hice desde Zipaquirá, por la vía de Cota, Siberia, Mosquera, La Mesa. Un viaje de tres horas, con transbordo en Mosquera. A las 12.30 ya estuve en la Fundación Mesalud, Centro 2 San Javier, entidad que depende del Distrito Capital y se ocupa de atender a personas con deterioro funcional en condición de dependencia física, mental o cognitiva. Esta sede funciona en una finca y por lo tanto el perfil es agropecuario, donde los pacientes tienen la oportunidad de interactuar con los animales que allí se crían, como son los caballos y las vacas. Allí fui recibido, solícitamente, por la trabajadora social, la doctora Daisy Judith Zaraza Naranjo, quien me brindó toda su atención, principiando porque propició el diálogo con mi hermano por espacio de tres horas, durante las cuales puede también conocer a varios de los profesionales que atienden a los pacientes, como son las psicólogas y otros colaboradores dedicados a la rehabilitación de aquéllos.
Fue grande la emoción de poder volver a ver a mi querido hermano, después de tanto tiempo. Él es un ser infinitamente espiritual, sin ser creyente, y con muchas inquietudes culturales, principiando por la música y el dibujo. Su profesión de ebanista y repujador en cuero le ha permitido hacer verdaderas obras de arte, con las cuales se ha ganado el pan adonde quiera que él haya estado. La verdad es que Carlos Hernando decidió, desde su juventud, hacer vida errante e independiente, aduciendo que “nunca quiso molestarnos” con su presencia. Él sufre desde niño de una enfermedad degenerativa que lo dejó en silla de ruedas a los 40 años (ahora tiene 56). Ahora sólo tiene movilidad en sus brazos que aún los utiliza para pintar. Desafortunadamente el centro en mención no tiene un taller de ebanistería, donde él y otros pacientes pudieran laborar  para distraerse y no permitir que sus miembros superiores se anquilosen. Confío en que es cuestión de tiempo y la administración tome las medidas conducentes para que se organice un taller donde   los pacientes puedan poner en práctica sus conocimientos artesanales.
Mis hermanos Magdalena, Mary, Vicente y yo, estamos infinitamente agradecidos con la doctora Daisy, con las psicólogas y con todo el cuerpo de colaboradores de la Fundación Mesalud 2 San Javier de La Mesa, Cundinamarca, por la atención que brindan, con tanta dedicación y desinterés a a nuestro hermano  y,  por su puesto, con la Secretaría Distrital de Integración de Bogotá por sus aportes a la salud y manutención de él y de todos los pacientes del mencionado centro. Es difícil encontrar un lugar análogo donde se respire tanta armonía y comprensión, producto de la preparación profesional y de los buenos sentimientos que acompañan a todos y cada uno de los colaboradores de Mesalud Centro 2 San Javier. A todos ellos, nuestro eterno agradecimiento, al mismo tiempo que les declaramos nuestra firme intención de estar en contacto con ellos y con nuestro hermano para que él tenga una permanencia grata en ese centro asistencial.
Muchas gracias por su atención y para todos los enfermos y colaboradores de Mesalud, un abrazo fraternal.
Su atento y seguro servidor,
Eduardo Rosero Pantoja
Bogotá, 26 de noviembre de 2013

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