LA LENGUA RUSA EN TIEMPOS DE PAZ Y DE GUERRA


Por: Eduardo Rosero Pantoja


“La lengua rusa es la armazón natural y espiritual, de todo nuestro país multinacional y debe ser

del dominio de cada uno” .(Vladímir Putin, 2017).

Desde 2001, el presidente ruso Vladímir Pútin, año tras año, se viene manifestando sobre la

importancia que tiene la lengua rusa, como legado común de todos habitantes de Rusia,

independientemente de la lengua materna, que tengan los más de cien pueblos que habitan ese

enorme país. En el siglo pasado, el eminente lingüista ruso Román Jakobsón, determinó las seis

funciones principales del lenguaje (referencial, emotiva, apelativa, poética, relacional y

metalingüística), como para destacar que la lengua no sólo sirve para comunicar, sino para todas

las circunstancias de la vida consciente de las personas.

La lengua es el más valioso bien de las naciones y éstas lo destacan en sus constituciones, como

algo inestimable. Nadie puede prohibir el uso de la lengua materna y quien lo hace debe

considerarse como un verdadero criminal y de espíritu cavernario. En la historia de la humanidad

no son pocas las persecuciones a la gente, por expresarse en una lengua determinada, pero en la

contemporaneidad, cómo no recordar los casos de Estonia, Letonia, Lituania y Ucrania, donde se

ha llegado a prohibir taxativamente su uso, con represión y hasta con castigos, como la cárcel. No

en vano, éste es uno de los motivos que ha llevado al gobierno ruso a declarar la “operación

especial”, para que sus nacionales, que viven en el Este de Ucrania, puedan expresarse

normalmente en ruso, sin ninguna cortapisa.

Para los rusos, el idioma, es tan valorado, que desde la cuna hasta la tumba, viven perfeccionando

su conocimiento a través del buen uso, de la lectura, la escritura, la recitación, el canto y el diálogo

permanente. En la escuela primaria, secundaria y en la universidad, la lengua ocupa el primer

lugar y es a través de ella, que se imparten todos los conocimientos, especialmente los

humanísticos, como la historia y la geografía. Es la materia número uno del pensum. Esta

circunstancia, ya en los años 30 del siglo pasado, la notó nuestro distinguido educador, Agustín

Nieto Caballero (el fundador del Gimnasio Moderno de Bogotá), en su fructífera visita a la

entonces Unión Soviética.

Es un axioma decir que la lengua sirve en tiempos de paz y en tiempos de guerra. En el caso de los

rusos, su lengua les sirvió, a partir de la Revolución de Octubre, para construir un nuevo país,

informándolo y orientándolo, en el sentido otorgado a las transformaciones políticas y materiales

en curso. Empezaron por la revolución cultural, que al principio se centró en la alfabetización total

del país analfabeta, en su mayoría. Luego siguieron con la implementación de la escuela primaria y

secundaria, para llevar la luz del conocimiento a ciudades y aldeas. El progreso no se hizo esperar

y si no es por la desgracia de la guerra, que se cernió en el país, desde 1941 a 1945, el desarrollo

de la Unión Soviética, hubiera sido imparable y colosal. En todas las tareas confiadas por el

gobierno, estuvo la lengua: en discursos, cartillas, manuales, millones de libros, películas, óperas,

tratados, enciclopedias, en todo lo imaginable.


Pero en tiempo de guerra, el papel de la lengua rusa, no fue menos importante: en decretos,

proclamas, declaraciones oficiales, cartas de los soldados desde el frente, dirigidas a sus novias,

esposas, padres y amigos. El lirismo y la ternura se dieron al máximo, justamente en las cartas,

llenas de amor, escritas por las personas del frente y de la retaguardia, colmadas de optimismo

histórico. Fue memorable la participación de escritores y poetas en el frente de batalla, no por

simple curiosidad periodística, sino como parte de la obligación que tienen los intelectuales de

estar comunicando, desde las trincheras, lo que buenamente ven sus ojos. Tal es el caso del poeta

Konstantín Símonov, quien estuvo como corresponsal de guerra, durante todo el tiempo de la

conflagración. Otros distinguidos escritores también permanecieron en los diversos frentes y

recorrieron varios países, como periodistas y como combatientes, tal es el caso de Borís Vasíliev,

Konstantín Vorovióv, Vasili Bykov y Yuri Bódariev, entre otros, quienes dejaron páginas literarias y

fílmicas imperecederas.

En la guerra que los rusos libran desde febrero de 2022, en Ucrania, una serie de escritores y

periodistas, están informando lo que acontece en el frente de batalla, para que nacionales y

extranjeros, conozcan la verdad de los hechos, con toda la objetividad y crudeza. Y no sólo los

rusos cumplen con su compromiso profesional. La joven de nacionalidad española, Liu Sivaya, nos

ha conmovido con sus comunicados, desde el frente de batalla en Donbass, especialmente cuando

contó la lucha internacionalista y el sacrificio del colombiano Alexis Castillo, en defensa de la

población de origen ruso, que desde2014 lleva una lucha desigual en el Este de Ucrania.

Justamente cuando las contiendas interestatales arrecian, mayor importancia cobran los idiomas

de las partes, tal como ocurrió en las dos guerras mundiales, o en las que desataron los Estados

Unidos en Vietnam, Irak y Afganistán, para sólo nombrar tres de sus mayores crueles

intervenciones. Hasta las lenguas indígenas se vuelven estratégicas, tal como ha pasado con las

colombianas, que han sido estudiadas, en detalle, por institutos especializados del gendarme

internacional y también de Francia, basados en la necesidad de codificar mensajes en una lengua

minoritaria y de tener una traducción inmediata de lo que transmiten las fuerzas contrincantes,

en el campo de batalla y, en otros escenarios.

La lengua rusa se enseña en Colombia desde 1944, cuando nuestro país envió su primer

embajador a la Unión Soviética, en pleno conflicto bélico europeo. Desde entonces no ha perdido

popularidad y varios compatriotas lo dominan, incluido el más de un millar de egresados de

universidades rusas. La primera institución en enseñarlo, fue el actual Instituto Cultural León

Tolstoi y, desde los años 70, la Universidad Nacional de Colombia, como materia electiva que

sólo pueden tomar los estudiantes de los últimos semestres y que tengan el más alto puntaje.

Otras universidades que también han difundido el ruso, en diverso tiempo, son: la Universidad

Javeriana, la Universidad de Los Andes, la Universidad Santo Tomás, la Universidad de La Sabana y

otros centros de estudios de Pasto, Popayán, Cali, Medellín y Valledupar. Una de las seis lenguas

oficiales, de las Naciones Unidas, no puede pasar desapercibida por los colombianos, si se tiene en

cuenta la necesidad de entender bien los discursos, amén de la necesidad, de no ir a la zaga de

países, que como Rusia, van a la vanguardia en varios campos de la ciencia y la técnica y, por

supuesto, de las letras.

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