MI MADRE


Por: Eduardo Rosero  Pantoja

Ella era hermosa,
de blancura nívea,
de ojos castaños
y mirada altiva.

Cuando caminaba,
parecía princesa,
con su pelo largo
y sus pies de griega.

Creía  en  su  Dios,
que era el de su abuela,
una  payanesa
fanática ciega.

Nos dio tanto Dios,
que tomamos poco,
mejor dicho, nada,
de ese credo loco.

Nos quedó el cariño,
que nunca se olvida,
mas abriga el alma,
por toda la vida.

Amor que yo llevo,
de día y de noche,
y llena mi senda
de luz en derroche.
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