JEAN JACQUES ROUSSEAU(1712-1778)
Por:
Eduardo Rosero Pantoja
Al joven payanés Emilio Lasso, meritorio ingeniero en
automática a sus veintiún años
El 28 de junio
próximo (2012) se cumple el tricentenario de Jean Jacques Rousseau, uno de los
pensadores que más positivamente han influido en el desarrollo de la humanidad,
por haber hecho aportes valiosos -en varios dominios- como filósofo, sociólogo, naturalista,
botánico, esteta, músico, pero sobre todas las cosas, como persona empeñada en
transformar la sociedad europea sumida en el absolutismo de la monarquía y el
oscurantismo religioso. Resulta larga la lista de todas las obras que escribió sobre
las citadas disciplinas y en las cuales
dejó huellas imborrables que repercutieron en la política, el derecho, la
literatura, las ciencias y las artes. Su producción tiene que ver con
desarrollo ulterior del pensamiento universal con influencias sobre el
romanticismo literario, el inicio de psicoanálisis, el existencialismo, etc.
Pero su mayor aporte es haber servido a la fundamentación teórica de la
Revolución Francesa la misma que consagró la libertad como derecho inalienable
de los pueblos y que los gobernantes no pueden violar, so pena de ser
destituidos por levantamiento popular.
Rousseau
sustentó en su trabajo “El contrato social o Principios de derecho político” la
idea revolucionaria de que la soberanía reside en la voluntad popular y no en
el monarca, principio llevado a la
práctica -en pocos años- por políticos de avanzada y tras largas luchas
sociales, el mismo que se convirtió en el fundamento de las constituciones
democráticas de mundo. Frente a la teoría autoritaria del “derecho divino” de
los reyes, Rousseau defendía la autonomía moral del individuo y lo trasladaba
al campo político en calidad de autonomía moral de la sociedad al elegir a las personas que mejor la representen en el
gobierno. Por lo menos en teoría, porque
en nuestros días -en la praxis de gran
parte de países de planeta- a fuerza de la
ignorancia política de la mayoría de la gente y la manipulación de los media, por iniciativa de sus dueños, confunde democracia con el
derecho a elegir, asunto que tiene que ver con la imposición de candidatos que
van defender -una vez elegidos- los
intereses de la plutocracia que financió su elección. Claro que Rousseau en su
tratado advierte contra el riesgo de que una voluntad particular prive sobre la
general, que es la única con autoridad para determinar la asociación política
de los hombres.
Sin haber dejado
de ser original en sus planteamientos, es visible en sus escritos la influencia
de pensadores que le precedieron en el tiempo como Jean Meslier, Thomas Hobbes
y John Locke, por citar unos pocos, pero, al mismo J.J. Rousseau ha influido en
pensadores de todo el mundo, empezando por los mismo europeos, como los revolucionarios
franceses Dantón y Robespierre, estadistas rusos como Lenin o intelectuales sudamericanos como el filósofo Simón
Rodríguez, preceptor de Simón Bolívar, revolucionario y liberador de naciones.
Rousseau, en su libro “Emilio o De la Educación” se manifiesta como uno de los
teóricos de la pedagogía, con métodos
que fomentan la libertad, en
contraposición a la represión que acostumbraban tanto en la casa, como en las escuelas de la
época. La de la libertad, fue la práctica que acogió, entre nosotros,
don Simón Rodríguez quien se ocupó de la educación del joven Bolívar
desarrollando paralelamente la disciplina del cuerpo y del intelecto. Ese tipo
de educación fue paradigma de varios padres que decidieron que sus hijos fueran
educados a la manera del Emilio rousseauneano.
A Rousseau se
debe el impulso de la educación científica en escuelas y universidades, a tono con el desarrollo de la industria,
producto también de una revolución -la industrial- que se gestaba por su época, en Inglaterra. Ya no era posible la educación
humanista obsoleta que se fomentaba en las universidades de Francia e
Inglaterra, en contra de la enseñanza de las ciencias naturales que tanto necesitaba
como insumo el progreso vertiginoso que traían aparejadas la industria y las
nuevas relaciones de producción. Difícil decir en qué campos no ejerció
influencia la enseñanza polifacética de Rousseau, pero la humanidad lo recuerda
especialmente por su aporte humanitario -junto a otros pensadores y
legisladores - a la abolición de la
tortura en los sistemas carcelarios, por considerarla hija de la tiranía y no
de la justicia.
Es Rousseau,
junto con Voltaire -a pesar de su conocida enemistad- el pensador que con sus ideas contundentes, más ayudó a
desacreditar las instituciones
políticas, sociales y religiosas de la monarquía. No en vano varios de sus
libros están en el Índex o catálogo de
libros prohibidos por la Iglesia católica, bajo pena de excomunión por leerlos,
guardarlos, difundirlos o explicarlos.
Pero Rousseau, si bien se oponía a prácticas inconvenientes de la Iglesia para
el desarrollo social, era deísta, o sea admitía la existencia de Dios y creía
en la inmortalidad del alma a diferencia de otros filósofos, consecuentemente
materialistas a ateos, como el sacerdote
citado, Jean Meslier. En filosofía, era
dualista ya que concebía la materia y el espíritu como dos principios que -de
acuerdo con los defensores de esa tendencia- han existido siempre.
Como nos
complace por estos días, cuántos
artículos se han escrito, lo mismo que conversatorios, conferencias y hasta transmisiones radiales
con su música se han organizado en Colombia y en el mundo. Es mucha la gente
que con sincera admiración y agradecimiento recuerda la figura excelsa de Jean Jacques Rousseau,
por quien siempre estaremos en deuda por su contribución al desarrollo mental y
social de la humanidad -en todos los rincones del planeta- desde la misma Suiza,
donde nació, en Francia donde vivió la
mayor parte de su vida y también en Inglaterra donde residió por un tiempo.
Nuestra América también está de plácemes con la conmemoración del tricentenario
de su nacimiento y, por ventura, no está exenta -ni de lejos-de su influencia,
principiando por la libertaria Cuba y demás países que dan su lucha diaria por
vivir con mayor dignidad y en pos de una segunda independencia nacional que
daría plenitud a la libertad humana entendida en su mejor dimensión.
Cómo no
recordar, tras la influencia de Rousseau, las ejecutorias pedagógicas de don
Simón Rodríguez en el Alto Perú (hoy Bolivia) o en Túquerres, Nariño, donde en
1848, fundara la primera escuela mixta de nuestra nación, clausurada al poco
tiempo por la presión ejercida por parte de la clerecía local, con la consiguiente expulsión del famoso
maestro. Y es bien sabido buena parte de
los Emilios -hijos de nuestros intelectuales progresistas- llevan ese
nombres en memoria del héroe de Rousseau, con la lejana esperanza de que
su vástago sea un ciudadano ejemplar cuyo máximo valor sea el esfuerzo
personal, la autoformación y el trabajo,
con todos los buenos frutos que de él se derivan. La lucha contra el
parasitismo fue la mayor bandera del socialismo que se construyó en Rusia a
partir de los años 20, el cual se fomentó con la consigna gubernamental de “aquel que no
trabaja, no come”, destinado a dar al traste con la mala costumbre de vivir de
la renta y no del trabajo creador. Es de anotar a propósito de las enseñanzas
de Rousseau que él no estaba en contra de la propiedad personal, pero sí en
contra de la propiedad privada (sobre los medios de producción), a la cual la
consideraba causante de la desigualdad y de la desdicha de los pueblos. Eso lo
plantea diáfanamente en su obra “Discurso sobre el origen de la desigualdad
entre los hombres” cuya lectura les serviría a los reaccionarios del mundo,
para darse la oportunidad de repensar su ideología o como simple higiene mental.
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