FRANZ X. FAUST (In memoriam)
Fotografía: Nicolo Meneses
Por: Eduardo Rosero Pantoja
Conocí a Franz, en Popayán, por mera casualidad. Eso ocurrió, en 1993, en el Parque Caldas, cerca del magnolio, que aún aroma en las tardes cálidas de esa ciudad. Yo andaba buscando, desde hacía años, a mi hermano menor que andaba perdido por los andurriales de este mundo. Un hombre de 1.70, que se dirigía hacia la estatua de Caldas, con una cantina de leche a la espalda, me dije: “ese es Hernando”, lo alcance, lo tiré del codo y, emocionado, le dije: ¡“Hernando”! Volteádose bruscamente, “ningún Hernando”, me respondió. “Estás equivocado, yo soy Faust, soy profesor y trabajo en la Universidad del Cauca”. Le presenté escusas y le conté que lo había confundido con mi hermano, a quien buscaba desde hacía tiempos. Desde ese momento seguimos siendo buenos amigos. Tanto, que al poco tiempo, en la famosa librería de “Macondo”, del extinto Omar Lasso, celebramos sus “primeros cuarenta años”, en el mejor ambiente de camaradería. No faltaron los buenos vinos y mejores chistes, aún dentro del ambientecuasi-académico que tuvo la reunión informal. Cómo no recordar, las palabras que Franz, cuando dijo: “Después de los cuarenta años, celebrar un cumpleaños, ya es contar tiempo extra”.
Claro que hablamos del Cauca, de sus investigaciones sobreglaciares, ya extinguidos, de los conceptos de hielo y frío, como la pérdida excesiva de calor, refiriéndonos a comunidades Nasa, Yanaconas y otras del Tolima, como la Natagaima. También hablamos de países, como Costa Rica. donde había estado Franz investigando, y, justamente, donde adquirió una pesada enfermedad, que lo afectó durante el resto de su vida, a consecuencia de un virus de los pantanos. En esa y en otras oportunidades, nos referimos a Alemania, a la región de los bávaros, donde todavía se enseña latín, idioma que bien conocía nuestro reseñado. Los bávaros, dicho sea de paso, tienen ese nombre, como transformación de la palabra bárbaro, gentilicio dado a las huestes mercenarias, del sureste de la antigua Germania, que fueron a “ayudar a salvar” a los romanos, de la rabia de clase de los esclavos, que un día, a la cabeza del gladiador Espartaco, se habían sublevado contra la opresión del Imperio.
La obra investigativa de Franz, es extensa y profunda y en este pequeño escrito, no podemos dar cuenta de ella, ni de lejos. Lo que sí podemos decir, es que es trascendente y ha dejado honda huella en la Universidad del Cauca y en toda la comarca caucana. Pero va más allá. Su obra ha sido tenida en cuenta por antropólogos y etnógrafos de toda Colombia y también del extranjero. Somos testigos, de que varias de sus jóvenes compatriotas estudiantes, viajaron desde Alemania, para que Franz fuera su consultor y guía científico, en diversas investigaciones que ellas adelantaban. La seriedad con que él abordaba los problemas de su especialidad, era impresionante y, claramente, contrastaba con el carácter informal y jovial que lo caracterizaba en su vida cotidiana.
Más de una vez nos invitó a su hermosa casa de Pisojé, a compartir, deliciosas viandas y a tomar muchas tazas de café, que él acompañaba con su infaltable cigarrillo, que aspiraba con efusión, aunque sabía que le causaba enorme daño a su salud. Era hombre de vida frugal y volcada sobre todo a la búsqueda de nuevas fuentes de información y su transformación de conocimiento, porque esa es y debe ser la verdadera misión del intelectual o por lo menos de la persona afortunada, que tiene ya en sus manos un diploma de profesional. Esa es la característica, casi que infaltable de los universitarios de Europa, que no se contentan con el documento que constata la terminación de sus estudios superiores, sino que se dedican, desinteresadamente, a indagar de por vida, en aquellos campos en los cuales se han formado.
Quedé en deuda con Franz Faust, por no haberle hecho la visita musical, que le prometí un día y eso se debió a que por compromisos laborales, tuve que trasladarme a vivir a Bogotá. Pero mis canciones se las cantaré en “modo remoto”, recordando los mejores momentos de nuestras conversaciones al calor de un buen vino del Rhin. Por ahora, transcribo una décima que hice ayer, a propósito de su fallecimiento, donde unas lágrimas sinceras humedecieron mis ojos. Transcribo mi sencilla composición, no sin antes, expresarles mi sentido pésame a sus hijos y toda mi solidaridad.
FRANZ FAUST (Décima)
Por: Eduardo Rosero Pantoja
ya lo llevan a sepultar,
en tierras de Popayán;
su enseñanza ha impartido,
privilegiando al nativo.
Salió de su patria chica,
a Colombia y Costa Rica,
donde pronto enfermó;
siempre él investigó
y su obra se publica.

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