PEPE MUJICA




Por: Eduardo Rosero Pantoja


Con motivo del fallecimiento del gran Pepe Mujica, ex-presidente de Uruguay, tenemos que decir y controvertir, lo que en Colombia expresan, conocidos personajes depravados, al referirse a su vida y obra, con indignos juicios, verbi gratia “un guerrillero, es un guerrillero”, desconociendo el hecho, de que un guerrillero, que busca la libertad de su patria, es un individuo rayano en la heroicidad, que apunta a llegar a ser un genio moral, como lo fueron, Simón Bolívar, José María Melo, Pedro Antonio Marín y el padre Camilo Torres Restrepo.  En nuestra juventud rechazamos la dulce tentación de ingresar en las filas de la insurgencia, conscientes de que nuestras limitaciones de ánimo, no nos permitían dar ese paso gigantesco y descomunal, pero no perdimos la fe inquebrantable, en la idea de que sólo la lucha contra los gigantes, permite lograr una victoria, aparentemente, imposible.  Siempre se repetirá el enfrentamiento de David contra Goliat, para acabar, de una vez por todas, con las iniquidades.  Cada época tendrá sus nuevas técnicas, como lo fue la honda, en los albores de los tiempos, respecto de lo que antes fue, el simple guijarro.


Cada sociedad tiene sus propias exigencias y el Uruguay ha tenido las suyas, en todas las épocas.  Si bien Uruguay, es nación hermana de la Argentina, con su particular devenir, desde el comienzo tuvo la amenaza de ser absorbida por el colonialismo inglés y el portugués.  Los patriotas de aquel país son incontables y, en primerísimo orden, está el inmortal José Artigas, de quien dice Osvaldo Zitarrosa en su canción: “/A la huella primero/, de José Artigas/ y quítate el sombrero/, cuando lo digas//”.  Toda una pléyade de escritores como José Enrique Rodó, con su ensayo libertario, Ariel, hicieron que sus compatriotas buscaran su propia identidad, lejos de las veleidades de “nordomanía”, según sus palabras.  La poetisa Juana de Ibarbourou, representa, en la poesía, la máxima búsqueda del amor y el homenaje mayor a la maternidad.  


Escritores y poetas cimeros, como Eduardo Galeano y Mario Benedetti, son conocidos alrededor del mundo y admirados por la profundidad y validez de su derrotero político y estético.  Los compositores, Alfredo Zitarrosa y Daniel Viglietti, conmovieron a América con sus cantos insurgentes, de la más pura humanidad. Cantantes de tango, como Gardel y Julio Sosa, son seguidos por jóvenes que reinterpretan la realidad de la “patria orientala”, con nuevos versos y atrevidas armonías y no podría faltar, José Mujica, con sus sabios aforismos, con los que orientó a varias generaciones y que seguirán vigentes en Uruguay, Latinoamérica y resto del planeta, por siempre.


En este contexto sociocultural, han tenido que desplegar su actividad vital los uruguayos, pero  a José Mujica, se le suma su militancia política abierta, que empieza a partir de 1964, como miembro cofundador de la lucha insurgente.  Cae prisionero varias veces y, otras tantas, es vejado y torturado.  Paga una larga prisión de casi 15 años, en condiciones de extrema rigidez carcelaria.  El pueblo tiene que enfrentarse a la terrible dictadura de Bordaberry, que empezó en 1973 y que dio al traste con todas las libertades, derechos e instituciones de la democracia convencional.   Dicho sea de paso, Uruguay, en el siglo XX, gozó de la fama de ser, “el país más democrático de América”.  Asunto que se vino al suelo, con el inicio, en ese año,  de un régimen fascista, impulsado por los todopoderosos, locales y secundado por los Estados Unidos.  Como en toda parte de nuestro continente, el pueblo nunca ha gobernado, ni tenido el poder real ni formal, su democracia ha sido indirecta, representativa y, en últimas, electorera.  


Varios gobernantes y dignatarios del globo, han expresado sus condolencias, al gobierno uruguayo, con motivo del deceso de José Mujica, manifestando el gran aprecio que tenían por el personaje y reconociéndole sus méritos, tal como lo hicieron en vida.  No podían faltar, ni siquiera, las lamentaciones y el sentido pésame del español, Pedro Sánchez, tratando de adular al gran público latinoamericano.  A todos los falsos dolientes y, a los abiertos críticos, de la obra política del líder fallecido, les podemos recordar, en forma concluyente que, José Mujica, era un revolucionario, un izquierdista de verdad, de ideario profundamente humanista y ateo, que no creyó en ningún momento, en los cantos de sirena, del capitalismo, ni en sus luces consumistas, de Montevideo y otras capitales.

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