EL GOLPE DE ESTADO QUE VARIOS DESEAN

 

Por: Eduardo Rosero Pantoja

“La política es la forma cristalizada de la economía”. 

 (Según el pensador de Simbirsk).

La mayor parte de colombianos, no sabemos nada de ciencia política ni de ciencia económica, porque son disciplinas que no hemos estudiado y, hasta sentimos aversión de nombrarlas. A duras penas entendemos que “política”, en términos populares, es la repartición del pastel burocrático, dirigido por los gobernantes y los partidos.  Cuando el sectarismo ha sido extremo, los empleados del otro partido (de los dos únicos que han estado en el poder), se han quedado sin pan y sin pedazo, condenados al hambre, junto a sus familias.  Sin embargo, en ambientes académicos, las nombradas ciencias, son objeto de las mayores reflexiones. Ya santo Tomás de Aquino, consideraba a la política “la reina de las ciencias”, por cuando ella, permite la visión general y científica de la sociedad, en sus aspectos materiales y subjetivos, con el fin de garantizar la felicidad de todas las personas, como un mecanismo de justicia moral, para que los bienes terrenales estén al servicio de la comunidad.  Dominio que requiere de sapiencia, erudición y buen sentido de los gobernantes, noble ideal aquiniano, que sólo lo ha cumplido una ínfima minoría de éstos. 

Los dos golpes de Estado formales, que hemos tenido en Colombia, son los de los generales José María Melo Ortiz, en 1854, de corte socialista y el del general Gustavo Rojas Pinilla, de corte conservador.  El golpe de Estado, de corte fascista, sería el que pudiera venir, preparado larga y aliñadamente, en los aspectos político y económico por varios gobiernos.  Más de dos décadas de   derecha en el poder, hablan a las claras de ésto, con todo el tiempo útil que han tenido sus dirigentes, para tender sus redes y lograr mayorías en el congreso, la fiscalía, procuraduría, contraloría, las cortes y otras instituciones, como la militar.  Ni qué decir de los venenosos reservistas que hemos visto manifestarse en los últimos días y la considerable retaguardia paramilitar, que fue formada hace cerca de cuarenta años y está a la espera de que le den las órdenes pertinentes, porque no en vano la crearon los dueños del gran capital agrario, industrial y bancario.  

La economía ha sido la favorecida con las leyes que han aprobado, rumbosamente, para banqueros, inversionistas, industriales y terratenientes.  Valga la pena retomar el epígrafe de este artículo: “La política, es la forma cristalizada de la economía”.  Tenemos este tipo de política dictatorial y represiva, precisamente, porque ella está al servicio de una economía clasista, dirigida por unos pocos, en desmedro de los intereses de la mayoría.  Con la reforma tributaria de 2019, se dejó exentos de impuestos a banqueros, petroleros, mineros y a otros capitalistas, con lo cual se desfinanció al Estado en 19 billones de pesos, lo que habría permitido aliviar la suerte de la población, en tiempos difíciles de pandemia.

El golpe de Estado, al cual llaman insistentemente, en las redes, no es del todo inocente, ni deja de tener asidero en la realidad que hemos vivido, a lo largo de estos veinte años de guerra contra el pueblo, de matanzas, desapariciones, reformas inequitativas e injustas, desempleo y precarización del empleo, mayor inseguridad interna y peligros de guerra externa, por provocaciones sistemáticas de nuestros gobernantes a los vecinos.  Están dadas casi todas las condiciones para un golpe de Estado, que será fascista, e inclemente, con todos los antecedentes que hemos nombrado y especialmente sangriento, por la resistencia que prestará el pueblo, así sólo sea con palos y piedras.  La sociedad civil, como su nombre lo indica nunca tiene armas y si algún día las tuvo, las entregó en bandeja de oro, traicionando el derecho natural e instintivo, de defenderse frente al aplastamiento que le puede sobrevenir.

Que no se hagan ilusiones los tibios, de clase media y baja, los indiferentes, los liberales, los verdes y todos los variopintos, de que el fascismo no tocará a sus puertas, con sus redadas, registros  domiciliarios, persecuciones, detenciones, torturas, fusilamientos, desapariciones, incautaciones, expropiaciones, deportaciones y expatriaciones.  No hace falta pensar ya en Mussolini ni en Hitler, para imaginarnos este infierno.  Suficiente pensar en los regímenes de Pinochet, Videla, Bordaberry, en Chile, Argentina y Uruguay, respectivamente, para entender que el fascismo está tocando a la vuelta de la esquina, con su mano negra.  Ya tuvimos su antesala, en los regímenes de Ospina Pérez y Laureano Gómez, con sus 300.000 muertos, pero nunca es tarde para que la tragedia se repita, en dimensiones difíciles de imaginar. 

Sería bueno que los encendedores  de la hoguera, dediquen dos horas, por una vez, a ver las imágenes de horror de la película “Fascismo Corriente”, de Mikhail Romm, que se ofrecen en internet y otros medios, para que abran los ojos y las entendederas y después nos den la razón, a quienes los alertamos de que, el viboral, que desataría un golpe de Estado de extrema derecha, no dejaría de morder al más precavido y astuto o al más desprevenido de ellos, así sea tendero, mecánico, taxista, profesional, vendedor ambulante o habitante de la calle.  ¡Mucho ojo con el 2023!, que puede seguir cargado de sorpresas, muerte y desolación.  Que nadie atice la hoguera, porque puede morir quemado en ella.  Con frecuencia nos embaucan las palabras, pero el golpe de Estado, no es un golpe convencional, como quien da un puñetazo.  El golpe de Estado es una voltereta a las instituciones, es la instauración definitiva de un régimen, donde los diez o cien, mayores potentados, asumen todo el poder, para su dictado implacable, y donde los militares, no son más que obsecuentes cumplidores de sus órdenes.  Así ha sido y así será a través de toda la historia económica y política de las naciones.

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