A PROPÓSITO DE ALEMANIA


Por: Eduardo Rosero Pantoja

Llama poderosamente la atención la enorme cantidad de sabios, literatos y pensadores  que ha dado Alemania, a lo largo de varios siglos, con figuras cimeras como Kant, Hegel, Goethe, Marx, Engels, Fahrenheit, Helmholtz, Gauss, Riemann, Koch,  Hertz,  Einstein, Planck y muchos otros destacados personajes, que dieron enormes aportes para el desarrollo del pensamiento  y la sociedad humana, pero al mismo tiempo sorprende, que ese país haya dado políticos contradictorios y, muchas veces, malvados, que han sumido a su sociedad y a la humanidad entera, en los más terribles dolores y congojas.

Cuando yo era niño, en mi ciudad, Túquerres, oía hablar lengua alemana a unos suizos que administraban dos grandes supermercados de la firma Mettler  y Compañía, sucesores de Max Müller. Se comunicaban en alemán y también le daban órdenes a sus perros en esa misma lengua, que me parecía supremamente fuerte y, si se quiere, agresiva. Ya entonces trataba de entender el carácter alemán. A mis diez años, con  la ayuda de un tío, me dediqué en unas vacaciones a conocer ese idioma  y logré, en poco tiempo, bastantes éxitos, pero mi compenetración con el alemán,  no hizo más que confirmar mis sospechas de ser un sistema lingüístico para mandar y obedecer.

A mis diez años, vi como Charles Smith, profesor de inglés, saltaba un pupitre escolar de adelante hacia atrás, dejándonos absortos con su habilidad gimnástica, a pesar de sus años (alrededor de  60). Pronto nos interesamos por la identidad de ese maestro, que pasaba por estadounidense, pero después de su muerte, supimos que era de nacionalidad alemana. Se trataba de una persona que posiblemente pertenecía a las avanzadillas, que el gobierno nazi, destacó en sitios apartados de América, principalmente en las selvas, para que sirvieran de cabeza de puente, en el caso de que esa ideología se hubiera extendido en forma global. Hay decenas de  apellidos alemanes, que hicieron presencia en años de preguerra y guerra, especialmente, en Barranquilla, pero también en la capital y lejanos lugares de nuestro territorio.

Durante el tiempo que hice mis estudios universitarios en Moscú (años 60), eventuales interlocutores rusos, varias veces me preguntaron de qué país era yo, y claro, les respondía que yo era de Colombia. Acto seguido, me contestaban: “ese es un país fascista”, explicándome que allí gobernaron personajes partidarios de Franco, de Mussolini y de Hitler. Inmediatamente saltaban a mi memoria los nombres Miguel Abadía Méndez, Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez, Gustavo Rojas Pinilla y Guillermo Léon Valencia, todos partidarios del franquismo y del nazifascismo. Pero allí no quedaba el diálogo con esos interlocutores. Contrariando la versión stalinista, de que Hitler, junto con su familia, murió incinerado, se atrevían a decirme que él está vivo  y que, justamente, vivía o vivió en Colombia. Parecía asunto de tragos. Pero en 2018, una investigación adelantada por el argentino Abel Basti, establece que Hitler estuvo en Colombia hacia finales de 1953 y hasta visitó Tunja y Paipa, rodeado de la derecha local y  protegido por el régimen militar.   

De joven me llamaba, poderosamente,  la atención el hecho de que los nombres de las empresas alemanas establecidas hoy  en Colombia, eran (y son) los mismos de aquellas que colaboraron con Hitler, quien les permitió que se enriquecieran mediante el trabajo esclavo, en campos de concentración. Le producían armas variadas, aviones, camiones, automóviles, fertilizantes, venenos, fármacos, amén de los bancos y  de oficinas de diseño de campos de exterminio. Entre esas empresas tenemos: Bayer, BASF, Krupp, Hoechst, Mercedes Benz, BMW, Volkswagen, Deutsche Bank, Dresdner Bank y otras. La complicidad de esas compañías, con los delitos cometidos en Alemania, en apoyo de la dictadura nazi, fue comprobada, pero en la postguerra, todo reconocimiento de tamaña responsabilidad, no pasó de un mea culpa. Investigando después supe que, ante la inminencia de perder la guerra,  los nazis hicieron un pacto especial con los Estados Unidos, consistente en que se les permitiera ocultar a muchos cabecillas y que  pudieran éstos conservar los capitales y los secretos industriales de sus empresas y así “evitar de que cayeran en manos de los rusos”.

La abierta y decida colaboración que el canciller Olaf Scholz da a  la Ucrania fascista, habla a las claras, de que su actitud, está en plena sintonía con las ambiciones hegemónicas de Occidente y de su títere Zelenski, quien prefiere poner de rodillas a su población, obligándola a luchar por una causa fementida e inhumana, cual es acabar con la etnia rusa en todo el territorio de su país y, si le es posible, dentro  de la Federación Rusa. Pero bien se sabe que Scholz, ha convertido a Alemania en un Estado-mascota de los Estados Unidos, irrespetando el mandato popular de hacer feliz y próspera a su nación, la misma que pudo superar la vergüenza y la frustración de haber desatado dos guerras mundiales, por culpa de sus gobiernos irresponsables, llevando al holocausto, a millones de seres humanos de diversas nacionalidades, incluida la propia. 

Debería la Alemania, derrotada, en dos guerras mundiales, aprovechar la prohibición de rearmarse. Es cierto que por décadas observó ese mandato,  pero desde este 2022, resolvió destinar buena parte del presupuesto a producir armas, en lugar de invertirlo en el bienestar de sus ciudadanos. Pero todo parece indicar que el afán belicoso, es connatural a la etnia alemana y, por lo visto,  no tendrá marcha atrás. Por ahora se limita a suministrarle armas a Ucrania, para encender más la hoguera que arde en ese país, al que Occidente ha convertido en polígono de guerra, enfrentado a Rusia. Astuta estrategia para debilitarlos a ambos, antes de atacar directamente a China. 



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