COMENTARIOS SOBRE LA LENGUA RUSA



Por: Eduardo Rosero Pantoja

El idioma ruso es considerado como uno de los idiomas más hermosos del mundo. Lo dicen sus hablantes nativos y las personas, de otros países, que lo han aprendido. Su historia antigua y las etapas de desarrollo, por las que ha pasado, no pueden sino despertar admiración y orgullo entre sus hablantes.

Los extranjeros lo consideran uno de los más difíciles de aprender. Conocer el idioma ruso en el extranjero no es, por supuesto, un signo de ningún prestigio especial, sino una señal de que la persona que ha logrado dominarlo, definitivamente, tiene una mente poco común y un interés extraordinario por la lengua y cultura rusas.

Este es el idioma en el que hablan destacados intelectuales, comandantes, escritores, científicos y artistas; en él están escritas algunas de las obras más importantes del mundo, que han estado, durante mucho tiempo, en el fondo dorado de la literatura. Es el caso de "La guerra y paz", de Lev Tolstoi, "Crimen y castigo" de Fiódor Dostoievski, “La madre”, de Máximo Gorki, “El Don apacible” y  “El destino de un hombre”, de Mikhaíl Shólokhov, por nombrar sólo algunas obras maestras, que se han traducido y leído en el extranjero, en diversas lenguas.  

El idioma ruso tiene un vocabulario abundante, enorme cantidad  de sinónimos, giros fraseológicos, proverbios y refranes, que difícilmente encuentren rival en el planeta. En esa lengua se conjugan el aporte de la gran cantidad de pueblos que conviven en Rusia, su tradición oral y las variadas publicaciones de los dos últimos siglos. 

Una persona culta, según investigaciones, puede usar unas ocho mil palabras del idioma ruso, en su discurso cotidiano, mientras que Alexánder Púshkin, insigne poeta, de comienzos del siglo XIX, utilizó unas veinticuatro mil voces,  al escribir sus poemas y prosa. Pero este no es el límite.

Son números asombrosos que nos dejan maravillados de saber que hay personas capaces de manejar el idioma, con tanta solvencia, producto del conocimiento profundo del instrumento de comunicación y de expresión estética. El mundo de una persona, su capacidad de abstracción, va hasta donde se extiende su vocabulario. La literatura rusa, es el ejemplo del ejercicio más rico del lenguaje figurativo y diverso, que, desafortunadamente, la vertiginosa sociedad moderna, está echando, rápidamente por la borda.

Esto ocurre porque el desarrollo contemporáneo de la civilización, borra por completo cualquier individualidad en el mundo, incluido el lenguaje. Palabras que tantas veces se han escuchado en los últimos años, como “globalización”, “estanflación”, “neoliberalismo”, “integración”,  son voces que se oyen a diario alrededor del planeta, sin que nos podamos eximir de ellas. Pero su uso representa una espada de doble filo.

Por un lado, el hecho de que los pueblos se acerquen, de que haya una interpenetración de culturas y tradiciones es, sin duda, bueno,  contribuye a mejorar el clima internacional, conduce a muchos  resultados positivos, pero se  pierde la identidad, las personas olvidan poco a poco su origen, comienzan a perder su riqueza lingüística.  Con frecuencia nos lleva a un lenguaje en moldes, para contextos y situaciones totalmente diferentes. Vladimir Dal, el gran lexicólogo ruso, ya abogó por la preservación del idioma ruso, en su forma original, temía, que la gente de Rusia, no supiera qué es lo nativo y qué es lo extranjero, generando así un habla disparatada, un verdadero coctel analfabeto.

La historia del idioma ruso se remonta a cientos de años. Algunos hablan de tres milenios. Este idioma era muy similar a los idiomas de otros pueblos eslavos, pero, desde el comienzo, ya difería en algunas características fonéticas y léxicas. Los primeros textos escritos en alfabeto cirílico aparecieron entre los eslavos orientales en el siglo X, producto de la creación de ese alfabeto, por los sabios bizantinos, los hermanos Cirilo y Metodio. Ellos lo llevaron a Rusia, cuando llegaron a monasterios ubicados en las riberas del Mar Negro. 

A partir de ese momento la lengua oral, adquiere forma escrita, pero la alfabetización se da, principalmente, en el medio religioso, sin mayor incidencia en el grueso de la población, la misma que permaneció analfabeta, con la excepción de los aristócratas feudales. Los orígenes del idioma ruso escrito provienen del siglo X, en el que aparecen los primeros textos sencillos,  tras la conversión al cristianismo de los pueblos eslavos. Esta lengua se introdujo, por primera vez, a través de medios escritos en antiguo eslavo eclesiástico (o eslavonio), que era comprensible para la mayoría de los eslavos orientales. Sin embargo, como ocurre con otras lenguas, entonces ya existían diferencias entre la lengua hablada y la escrita, diferencias que iban aumentando con el paso del tiempo, ya que en la forma hablada se fueron creando simplificaciones de carácter fonológico y morfológico debido a la economía lingüística, a la que siempre tienden los hablantes.

Para 1147, el príncipe Ígor Dolgorruki, funda Moscú y, de ese siglo, data el primer gran monumento literario de la lengua rusa y se llama “El Cantar de las Huestes de Ígor”, documento que no tiene más de 1765 palabras y habla de la derrota del príncipe Ígor Sviatoslávich, príncipe de Nóvgorod, a manos de los khanes, Gza y Konchak, jefes militares de los nómadas polovsianos, procedentes del Asia Oriental. 

La caída de Constantinopla, en 1453, en manos de los turcos, significó el colapso de la civilización bizantina y su desplazamiento por diversos lugares del Mediterráneo. A su vez,  los turcos y otros pueblos, penetran a Rusia por el Mar Negro y la influencia lingüística, de todas esas culturas sumadas, no se hizo esperar en el desarrollo de la lengua rusa. 

En suma, la lengua rusa es el resultado de la fusión del eslavo oriental, con dialectos locales de la región noroccidental, suroriental y meridional. El ruso, además, tiene influencias, por el noroccidente, de sus vecinos suecos, noruegos, finlandeses y polacos; por el suroriente, de turcos, georgianos y armenios; amén de griegos, latinos, judíos, gitanos y otros pueblos, por el sur. Esto es independiente, de las lenguas modernas de Europa, que han influido, por medio de préstamos léxicos, en la cultura rusa, como el alemán, francés, inglés, italiano, portugués y castellano.

Hasta prácticamente finalizar el siglo XVII, no se observan cambios significativos en el idioma, que se seguirá empleando en su variedad de eslavo eclesiástico, como lengua literaria, quedando constancia en documentos de carácter legal y administrativo. En el siglo XVIII, bajo el reinado de Pedro I, El Grande, se llevó a cabo la secularización de la cultura rusa y todo el imperio que existía, fue recibiendo influencias de Europa, lo cual provocó una fuerte transformación en el idioma y la vida en general de los rusos. 

Una gran cantidad de conceptos nuevos procedentes de ámbitos como la ciencia, la cultural y la política, que no tenían cabida dentro del eslavo eclesiástico, tuvieron que adaptarse a una nueva lengua escrita, a partir de la que ya existía. Las reformas impartidas por Pedro I, fueron el punto clave, para el cambio de la lengua,  hacia el idioma ruso que, a expensas de varias modificaciones, se ha mantenido hasta la actualidad. No es menos importante, el hecho de que el sabio gramático y retórico, Mijaíl Lomonósov (1711-1765), además de especialista en ciencias naturales, creara, la primera gramática de la lengua rusa, como el  mayor aporte teórico para el aprendizaje y desarrollo de ese idioma.

Pero la fundación del idioma ruso moderno, desde el punto de vista lingüístico y literario, sólo ocurre por la decisiva influencia del poeta Alexánder Púshkin, quien a través de la poesía y la fina prosa, creó una lengua culta, ágil y eficiente, la misma que se ha fomentado, en adelante, por todas las administraciones  que ha tenido Rusia, a través de ya casi dos siglos.

Habría que mencionar que, después de Púshkin, surgieron escritores de la talla de Gógol, Tolstói, Goncharóv, Nekrásov, Turguéniev, Dostoievski, Gorki, Búnin, Shólokhov y muchos más, que le han dado gloria a las letras rusas, a través del mundo y cuyas obras son materia de estudio en academias, universidades  y escuelas, debido a la profundidad del pensamiento y a las inigualables metáforas y otros recursos literarios que ellos crearon.

A raíz de la Revolución de Octubre de 1917, el idioma ruso tuvo, en 1918, una reforma ortográfica positiva, que lo volvió más expedito para la enseñanza escolar y en el desempeño de la nueva administración. Entre otros cambios, tuvo la abolición de la i latina. Durante la época soviética, entró un léxico variado de palabras nuevas, relacionado con procesos de desarrollo de la agricultura y la industria, como “colectivización”, “tractorización”, “quimización” y otros.

En la actualidad y después de la disolución de la Unión Soviética, el idioma ruso, cuenta con menos hablantes, porque la población de la Federación Rusa, disminuyó sensiblemente y la enseñanza de ese idioma (con pocas excepciones), no se fomenta en el resto de las 14 repúblicas independientes y, en algunos casos, hasta se persigue como, oficialmente, ocurre en Estonia, Letonia, Lituania y Ucrania. Otro tanto, tiene lugar en países del antiguo campo socialista, donde la lengua rusa no está de moda, como es el caso de Polonia, Alemania (sector oriental), Hungría, Bulgaria, República Checa y Eslovaquia, Rumania, Albania y países de la antigua Yugoeslavia. Pero se fomenta, como ocurre en Finlandia, donde el ruso es idioma estatal en un tercio (oriental), de esa república.

En Colombia el idioma ruso se enseña, de manera ininterrumpida, desde 1944, en el Instituto Cultural León Tolstoi, de Bogotá; en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá,  desde los años setenta. En forma esporádica, en la Universidad Javeriana,  Los Andes, La Sabana, lo mismo que en otras ciudades como Popayán, Pasto, Cali, Medellín y Valledupar. Hay en Colombia unos diez mil rusohablantes, la mayor parte de ellos, egresados de instituciones de enseñanza superior de la Unión Soviética y de la Federación Rusa.

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